Yo no te conozco.
Simplemente ando sobre tu faz como madre que me engendró en esta esfera.
Sí, tú, madre tierra, atemperas cada suspiro alentando en el seguir por tus
arboledas. Algunas secas, otras, rebosadas de vida. Te agradezco que seas cuenco
donde me mezo en las aguas de las mareas tranquilas, cercanas al canto de la
belleza. Pero aun así, yo no te conozco. Tu sabes todo sobre mí y yo solamente
navego en tus barrancos hacia arriba, hacia abajo, en modo que tu caparazón protector me hace rendirme,
creer en ti. Y ahora empezamos un nuevo año o
lo que sea…no sé…son tanto los propósitos que vagaran en la nada…son
tanto las desolaciones anunciando la ineptitud humana y sin embargo creo que
pueda existir un cambio. Un cambio de los pensamientos aliente la paz, las
buenas maneras de hacer. Yo no te
conozco. Eres hechicera alojando unas variopintas sensaciones bajo este sol que
ahora prima. El entendimiento no me alcanza, no llega a ser criatura hermosa
embarcada en los corazones decaídos, lánguidos, desnutridos, bombardeados por
la tempestad colérica del poder. Yo no
te conozco. Siempre igual, hoy jornada
espléndida en estas ínsulas donde los roques alaban la serenidad de los
espíritus ¡Ven¡ ¡Ven tierra madre¡ Se consejera de las armas del mal. Extermina
los grotescos gozos de la sangre esparcidas por los campos aislados de la
esperanza. ¡Silencio ¡ Sí, quiero silencio nada más. Palomas blancas extasiadas
de las miradas longevas de la paz. Yo no te conozco. Solo medito el sentido de
tu olor, viejo o nuevo según como se mire ¡Ay amante misteriosa¡ Silbo y las
chácaras nacen a efectos de un ritual de deseos para este día que empiezan.
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