jueves, enero 18, 2018

Rosas blancas...

Sigo el sentido del viento norte. Me ausento tras un ramos de rosas blancas…muy blancas. Imagino un canto feliz en cualquier rincón de esta atmósfera que nos acoge por cierto tiempo. Después todo se irá, seremos hijos de luz perdidos en un universo desconocido, misterioso. Imagino sol abrazando mis espaldas, cansadas, abiertas al rompiente oleaje de la memoria. No sé por qué siento la necesidad de silenciarme, de ser olvido cuando la luna perfecta y bella me vigila. Mis ojos se cierran y sigo con mi ramo de rosas blancas…muy blancas caminando por calles repetitivas, siempre lo mismo. Aburrimiento. Desgana. Desazón. Llueve livianamente, mis ramos de rosas blancas…muy blancas se van a echar a perder. No, no quiero. Imagino un gran paraguas dando zoco a mis rosas blancas…muy blancas. Y viene esa sombra de protección, viene con sus secuelas y su requemor. No, no quiero que me escuden. No necesito palabras manoseadas y hechas de antemano.  Entonces, busco un árbol. Todavía existen. Un gran árbol que arremete contra la lluvia y deja lucir mi ramo, el más hermoso, de rosas blancas…muy blancas. La llovizna se va y doy gracias a estas ancianas ramas que lucen todo su verdor por protegerme, no necesito más, silencio. Me ausento. Si, tras un ramos de rosas blancas…muy blancas. Este invierno es duro, muy cruel con las almas que cubren este planeta azul ¿Es azul? Da lo mismo. Yo lo veo oscuro, con un cierto gris que deja mucho que desear. Me gustaría que más allá de las estrellas, de los planetas existentes en otro lado de esta galaxia nos vigilasen ¿por qué no otro mundo? Y aprendiesen de cada error, de cada aberración cometida por nuestra sesera, nuestras manos. Vuelvo a casa, la vecina del segundo siempre tras su ventana de rejas ¡es horrible¡ Yo con mi ramo de rosas blancas…muy blancas. Ni la miro. Subo en el ascensor y abro la puerta. El aroma de lavandas impregna su estructura. Deposito el ramo bajo la foto de alguien que fue y es, sobre el piano. Es una foto simple, pero su sonrisa hace que el ramos de rosas blancas luzcan más blancas todavía. Me siento ante ella y soy feliz. La lluvia vuelve, retorna más violenta con su mordiente acero sobre las aceras. Ya es tarde, son las 12 de la noche, una noche especial para mí, aunque no sé por qué. He comprado este ramos de rosas blancas…muy blancas y un cierto regocijo impera en mi existencia. 



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