Un bosque. Un follaje incesante en el coraje de la madre
tierra. Una mirada perdida. Emotiva cascada surgiendo de la nada. Solo. Pasos.
Prósperos pensamientos disipados cuando el sol conmueve sus pupilas. Una
sombra, su sombra y la tierra hermana del frescor de las aves que por allí se
columpian. Solo. Pasos. Autónomo es cierto desnudo con sus raíces. Ahí están,
enterradas en la perseverancia, en el deseo, en los sueños cuyas singladuras se
acuestan en el alba. El bosque, oquedad de la fuga de los sentidos arrítmicos a
canto bello y triste de las ramas cuando la brisa mece la noche. Solo. Pasos y la luminosidad de su pulso
cuando de los árboles viejos caídos se sienta y mira más allá de las
copas. Inspirar y espirar, espirar e
inspirar en el suceso de un suspiro que lo envuelve en amor. Se recoge en sí
mismo y una lágrima recorre su mejilla en el silencio de su yo. Solo. Pasos.
Puede ser el no retornar donde la ciudad es saqueada por las retorcidas almas
del mal. La huída. La fuga donde lo lindo y lo casi perfecto insuflan su vuelo.
Y volar y volar. Cada vez más alto. El bosque. Solo. Pasos. Sobre un mar verde
se mueve ahora a medida que el ritmo de sus ojos se cierran en un dormitar en
nubes de acuarelas, de pianos flotantes a través del tiempo…
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