Arrimados bajo un viejo árbol que en su esbeltez
resalta las leyendas pasadas, de siglos que se han posado en su sombra. Antes, árbol
de la vida, cuando el pueblo lo veneraba. Ahora, como que se han olvidado en
sus hazañas
en la sanación. Es la muerte, la muerte de la curandera de la cueva, allá, en
lo alto de la cumbre junto a un roque vigilante de la totalidad de la isla.
Ellos lo miran, observan como su savia aún latente hace un recorrido por las
vidas de aquellas gentes del lugar cuando la campana anunciaba la proximidad
del vacío de unos ojos. Y curaba, no sé si por creencia certera o por que el
viajo árbol ante las oraciones de la vieja de la cumbre atendía a su magia.
Ellos no tienen que decir solo y nada más, solo que la celeridad de las
jornadas nos hacen olvidar ¡Ah¡ pero ellos han recordado ¿Quién los ha invitado
al resurgimiento de su entereza? Seguro que algún anciano pastor del
lugar, digo, todavía enamorado de su belleza, del ayer, del recuerdo
atrapando sus manos para indicarles a ellos donde se halla el árbol de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario