martes, julio 25, 2017

llevamos....

Llevamos una hora parados, al conductor de la guagua de la desinflado una rueda. Mientras estamos parados en esta boca de calor los abanicos insuflan con toda presura contra el sudor. Llegaremos con retraso, un retraso que no traerá consigo consecuencias negativas. Aquí conversamos, echamos el fechillo y nos inundamos del sabor de las palabras, del paisaje que nuestro rededor anuncia belleza. Los dejo y me bajo, pregunto al chófer que si falta mucho, no contesta. Espéreme, le digo. Me apetece estirar las piernas, sumergirme en el maravilloso encuentro con la naturaleza ahora presente. Todavía soy joven, me digo. Y barranco abajo me mezclo con helechos desmesurados y laureles. Estallido de lo bueno de la vida, de lo hermoso colindando con mis manos agarradas en la bajada a cada rama. La humedad está aun presente aquí, en este paraje donde los serruchos no tienen cabida. Es un día claro, celeste aunque la sombra de las pisadas veraniegas ande detrás. De mis palmas un hilillo de sangre, sonrío…la sonrisa perfecta para una atmósfera perfecta, para un mundo aislado donde las ampollas son nacientes de la nada existente en la urbe. Alguien me llama, retorno presa de lo grandioso de esta pesada sombra a la guagua. Todo está listo, me subo, me miran con rostro de duda, de enojo, de calor, de desesperación. Cierto murmullo ingresa en mis carnes. Me da lo mismo y arrancamos. Vamos a un punto de encuentro, a una reunión en las alturas. Llegaremos a tiempo del almuerzo. Mis zapatos tienen algo de barro…qué más da. Arden las palmas de mi mano pero el alimento de la madre tierra me sostiene, me aleja de las infranqueables miradas que se les antoja saber a donde fui. Callo, el silencio es consciente de mi tranquilidad, de la armonía arropando mis pasos dados, mis pasos perdidos en este pequeño fragmento de la involución. 

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