De las manos del todo…no, no en la distancia eviterna de los
espejos que nos miran. Caminamos, errantes en los veleros extinguidos de las
ganas. Somos peso de los años que nos capturan al amparo de nuestras arrugas
ceñidas al corazón, perdido, eclipsado de todo alboroto en las estancias del
querer. Intentamos tocar ese espejo por si la imagen reflejada no es ausencia.
Lo es, hondo barranco por donde rodamos en el crecimiento de nuestro
alejamiento. No…no estoy triste, ningún rayo de melancolía me azota. Solo, lo
sereno emana de mi cuerpo, de mis pisadas con expresión grave enamorada de las
danzas nocturnas. Sola…sí, sola en la rebelión de la rutina. Vueltas y vueltas
sobre un mismo tema envuelto en un alba inexistente, solo, la noche. La
dualidad de mis ojos pesados se cierran…una imagen extraña da punzadas en
vientre y ya es tiempo de la huída a los gozos de la tormenta veraniega en la
alongar de luna.
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