Deja la ropa. En la intemperie cuando un cenizo
manto de lluvia le recuerda que hace frío mira al cielo, busca alguna esquina
donde resguardarse. Sus pasos se agotan pero miro fijamente un cielo donde los
latidos del mundo la agrandan, la envejecen hasta que sus ojos acoge sus
manos. Estática y erguida comienza el
encuentro con su yo. Todo se olvida, menos el correr del mañana. Incierto y en
vertical sus ojos se vuelven alba y una luz va a su encuentro.
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