martes, mayo 16, 2017

ELLAS.CAPITULO29

29

Sirenas y más sirenas en la oquedad del mutismo. Llueve, una lluvia liviana que nos alza en el rincón de la celeridad por llegar a ese océano donde el bello mundo abisal y extraño se mece. Sirenas y sirenas, no me imagino a nadie con este tiempo en la playa. Pero si, allí se erigen las luces. Sonatas penosas de un violín rajado se mezclan en el aullido de estos coches. Aprisa, aprisa van a   orilla. Algún ahogado. Anne se difumina, se asusta, se siente vagar por pasadizos de clavos hirvientes en su sien. Teme lo peor. Tomamos la celeridad de su mano despegada ahora de mí y corre y corre a la playa. Fangos la recorren. Llega a la orilla, se detiene. Mira atrás a mi…a mí. Me paro. No sé qué hacer. Sus ojos remotos se tornan lacrimosos, sus ojos azules se muestran desplazados donde los precipicios nos empujan a la nada. Glaciales desplomándose sobre mis piernas hastiadas, cansadas…muy cansadas.  Todo ha acabado. Siento el chillar de niños que también andan en el lugar. Llueve, una lluvia de hiel sobre los hombros de la fragilidad. Cae de rodillas sobre ese cuerpo inerte, cuerpo de ataúdes danzantes en arenas movedizas. La siento desplegar sus alas deshilachadas en el pasado ¿Qué pasado? Ayer, todos estos años. Su amigo, su cómplice se marcha. Le da la espalda en las tormentosas quiebras de sus cimientos. Ven…ven Anne ¡ay Anne¡ Mi querida de Anne, anudado a los deseos del alma se ha ido.Ven...ven Anne ¡Ay  Anne¡ Solas bajo un techo donde el temblor de la memoria te hará estrangular el paso de las horas. Ya descansa, es su decisión. Por qué no, Anne. Llueve. Estamos mojadas. Ella viene con la cabeza baja, con sus ojos pisando una arena donde se hunde sus sentidos. Me coge de la mano y me dice, volvemos a casa. Tal vez hoy sea una noche clara, veremos la estrella fugaz que entre ballenas azules lo llevará lejos, muy lejos. Donde el sufrimiento no tiene cabida. De su mano deja caer una nota: Adiós Anne, querida Anne.

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