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Aquí en el esbozo de
mareas impenetrables estoy con mis hijos, el se ha ido a no sé dónde. Creo
haberlo visto con un hombre no conocido para mí. Se han escurrido tras las
arboledas que alumbran este parque y parecen hablar en susurros. No me llega su
conversación. Será su deseo de taponar
mis oídos para que no me llegue el eco de sus palabras. Espero que no sea nada
malo. El más pequeño me agarra de la manga.
-
Por qué no nos acercamos más Mama.
No hijo, le contesto
yo. Todavía el frío desquicia a los cuerpos desnudos aunque el sol brille en lo
más alto.
-Yo quiero bañarme
Mama.
Cállate pesado, le
contesta su hermana. Mi hija que crece y crece aunque en toda mi existencia la
veré como la niña, como la pequeña madura arrastrando pregunta, tras pregunta. Me detengo y pienso en ella, esa seriedad
imperante en su rostro. Dice que le
aburren sus amigas que solo se empecinan en ir detrás de otros chicos y
chismorreos. Todo ello le resulta de poco o cero interés. Prefiere pegarse
horas y horas ante un libro, ante un documental, raras películas o haciendo rompecabezas. Como
son los críos hoy en día un muro debería protegerla ante la estupidez de los
otros. Confieso que me preocupa su ascensión divergente a los otros niños,
niñas que le rodean. Navajazos vuelan en sus bocas pueriles, en sus gestos
infantilizados ante la educación abstraída en el desequilibrio, bajo la imagen
a seguir equivocada. Ella se aparte, a
veces se retrae y en su cuento infinito recrea todo lo que es, lo que desea
ser. Yo no me enfado, me enorgullece su actitud placentera en el vértice de la
cultura. Al menos es capa de razonar, de interrogarse , de ser observadora
silenciosa de los pasos brutales de los demás ¡Luchar¡ Tendrá que lidiar con
feroces fuerzas para tomar su destino. Le doy un beso en la frente, me apetece.
Ella se ríe, el hermano balanceando sus piernas abre sus ojos hacia nosotros y
también le entra una especie de cosquilleo. Viene mi esposo, el otro hombre se
va. Está tranquilo, envuelto en una bruma noble de amor.
-Papa, quiero quitarme
los zapatos y caminar por la orilla.
El escucha, se despegan
de nosotras. Van hacia la orilla, descalzos. Olitas rompiendo en sus pies. Dan
pequeños saltos hacia atrás y vuelven de nuevo. Desastre, se van a mojar
completamente ¡Qué más da¡ Lo importante es el sabor del ya. A mi hija y a mí nos
hace gracia. Nubes que vienen, nubes que se acercan. Seguro que lloverá. Ya me
parecía a mí que todo no puede ser tan perfecto. Los llamo, tenemos que irnos,
retroceder en nuestras huellas hasta estar bajo techo, seguros...
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