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Una llamada allende a
mi identidad resbala por mi pecho. Alguien grita en el sollozo del derrumbe de
su esencia, de toda su vitalidad, de su brío. Presiento que su espíritu apagado
me reclama en su mutismo. No sé es algo extraño. No llego a comprender el por
qué de esta sensación. Sí, me llaman. Alguien pide clemencia, no de ahora, sino
desde hace mucho tiempo. Yo no lo he escuchado pero ahora…ahora golpea
vorazmente mi vientre. Laum, es incompresible a mi verdad pero he de decirte
que creo que Solaum me necesita. El nunca ha dicho nada, no sé por qué. Sus
raros movimientos en la rutina me preocupan hasta llegar a la mortificación
¿Qué será? Qué será de él? Hermético, disimulando las ojeras de la angustia
ante el proceso precoz hacia las fosas de los muertos. Sí, una llamada lánguida
llega hasta mí. Me retuerzo en las cadenas del ayer y me apuro en la
incertidumbre del qué hacer. Desértico, sábanas de arena recorriendo su rostro
impalpable tras el espejo que se mira. Precipicios se desparraman ante él, cae
en la duda de sus huellas. No sabe erguirse en el recuerdo cercano, estático,
es vigía de lo viejo. Una llamada, misterio del todo. Andamos por este
Monteverde al encuentro de mi casa, todavía lejos. Sé que no estás conforme con
mis palabras. Pero, ¿qué hacer? No podemos dejarlo así, en su inanimada sonrisa
en el mañana. Ahora, es luz pero en el surcar de los años se acabará. El olvido
de quien eres, el olvido de quienes somos, el olvido de todo lo que zumba a
nuestro derredor. Es horrible, no se
verá envejecer con su entereza sino una madurez maltratada. No me respondes, te
aferras a ese universo dual donde las alas seducen la libertad. Él lo sabe, más
no creo que le importe de vivir en un mismo techo. Qué habré hecho para
resbalar en la opresión del trotar y trotar bajo tus ojos, solas. Compréndeme,
todos llegaremos a ese estado donde la memoria embebida nos dictara la
dependencia y los que no se agarran en la clausura de sus pisadas hasta el
ataúd de negras tonadas. Dame una opinión…contéstame…estás albergando el callar. Creo tropezar contigo en mi
preocupación. Es solo un amigo, un amigo
que me ha dado todo, todo su ser y no entiendo por qué. Entre nosotros no hubo
nada, solo, estaciones y estaciones circundando las antorchas del aprecio, de
la verdad. Dices que sí, que se aúne a nosotras en el perfilar de los días. Lo
acogeremos como si nada pasará, disimularemos ante él con el impronunciable
horror que le espera. Bésame Laum, siempre he sabido de tu paciencia, de tu
amor sincero ante las tapias quebradas a la danza nuestros corazones. Labio a
labio somos únicas en este estado de embriaguez de tu sedosa piel. Vientre a
vientre somos jinetes de la pasión sorprendente de nuestro abrazo. Continuemos…
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