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Flores y más flores
ante mi entrada de este mercado cerca de mi casa. El ya duerme después del
jaleo de todos los días. Discusión, tras discusión ¿Por qué habrá elegido ese
trabajo? Ya sé de la situación difícil que estamos viviendo. Pero me paro
ahora, no es mejor esperar. La necesidad no es tanta ¡Como me gusta el olor a
gente en este mercado¡ Es temprano y todos los puestos abiertos. Hoy lo he
encontrado enfurecido me ha dicho malagradecida como si yo lo obligará. El taxi
es muy duro. Horas y horas vagando en la nada de una ciudad al encuentro de
algún cliente entero pues es peligroso, no sabes a quien subes en tu auto. Compraré
algo de verdura, algo de fruta y no sé si pescado o carne. Esa es la cuestión. Pasaré
a ver qué pinta tienen. Aquí es todo fresco. Me gusta el color, el aroma del
mercado. Me siento libre, no como esos grandes comercios que te agotan, parecen
echarte. Ya estoy tranquila. Sí, margaritas. También llevaré unas margaritas
para el comedor. Margaritas y margaritas, las verá cuando levante. Sí, cuando
la noche retorne a nuestro hogar. Los hijos ya acostados dirán y papa y yo
siempre contestará lo mismo trabajo y más trabajo cuando libre estará con
ustedes todo el día. El no comprende que me paso el día en casa, que ya casi no
me relaciono con nadie solo con el eco de la radio dando noticias y más
noticias horribles, agrias a la sensibilidad. Yo también trabajo para que todo
esté en su orden. Que si la limpieza, que si la comida, controlando la
economía, abasteciendo los pilares de esta casa, que si coser algún botón. El
no lo ve. A veces me contrarío y no me entra ganas de saludar a nadie, ni ahora
que estoy en este mercado. Compro y me voy para preparar la comida antes de que
lleguen los niños. Ñame, batata, papas, ajos, berros, judías, zanahoria,
calabacines…no sé si me faltará algo para el potaje. Bueno me largo de aquí la
furia de antes me ha dejado destartalada, confusa. Todo es silencio bajo este
techo, el duerme, de aquí escucho sus ronquidos. Voy un momento a la habitación.
Lo miro y ante mí el amor. Me remuerde las sienes, no debí enfadarme con él
pero lo veo plácido, tranquilo, manso. Ya se le habrá pasado. La radio, la
radio…pero que dice, ataques químicos. Me da miedo. La atmosfera frágil que nos
envuelve herida. Muertes y más muertes. No. No. No estoy de humor para escuchar
los descalabros de la humanidad ¿Humanidad? Acaso nos podemos llamar humanos o
ser animal de origen aberrante. Espero que esto no termine mal. Muchos
catastrofistas anuncian una tercera mundial. Ya no me extraña nada. Voy a por
el potaje de berros pero antes zurzo un pantalón que me ha dejado Pano aquí. Ay
este padre de mis hijos…es un desastre. Todos tendríamos que aprender a coser.
Sí, nuestros odios, nuestras venganzas, nuestras heridas. Y coser y coser
mientras viene a mí un soñar, un soñar con mis ojos en estas paredes de la
cocina. Soñar y soñar de la espera hecha realidad en el surcar de nuestros
deseos. Soñar y soñar lejos de aquí, del mundanal bullicio de una ciudad que
con sus bocinazos y ruido me consume a un estado de aislamiento. Soñar y soñar
de vergeles bienaventurados donde niños y mujeres crecen en la esperanza, en la
paz. Soñar y soñar que el despierta y viene a mí, me besa las mejillas y me dice
todo ha cambiado. Soñar y soñar que mis hijos crecerán en una sociedad sin el
dolor de los acantilados rasgadores al daño. Soñar y soñar en un árbol plantado
por nosotros y que después las generaciones venideras puedan recoger su fruto,
no podrido sino exultante en la libertad que gira y gira en torno a las
hogueras del bienestar. Soñar y soñar que nuestras sensaciones no sean violadas
por las agrestes noticias del día a día. Ya he terminado. El viene. Hola, me
dice como perdón por las yermas palabras de antes. Me besa en la mejilla y yo
sueño que soy feliz. Coge su pantalón y se marcha. Otra vez a su labor, de
parada en parada a la espera de alguien. Soñar y soñar el término de todo esto.
Lo quiero aquí, conmigo, con mis hijos. Todo esto es muy duro y más duro para
él. Ese odioso taxi. No queda remedio, no hay otro trabajo. Soñar y soñar en el
solaz de una ruta guiadora de nuestras
manos juntas a todas horas, en todos los instantes. Pero no. Aquí estoy preparando
la comida, el ya fugado de mi vista, en
la calle. Me arrimo a la ventana, lo observo. Su agotamiento impera, es
borrasca que lo lleva a la decadencia, a la masacre de su razonar. No, no hay
tiempo. Coge su taxi y otra vez sola ¡Sola¡ Soñar y soñar...Coloco el ramos de
margaritas, las miro, acaricio cada pétalo blanco como fe del cambio y dejo de
soñar y soñar…Si abandono este lapsus que me ha emancipado de lo real. Seguro
empiezo a preparar la comida. Cortar y cortar. Yo sé lo que cortaría, esta
rutina. No quiero apagarme, hay que ser vertical, veraz. Yo ama de casa me
declaro sumisa al rigor de lo cotidiano. Yo mujer de sus labores me declaro
esclava de esta atmósfera, de este techo. Yo mujer nacida para servir me
declaro harta del ahora. Yo mujer tengo frío, una gélida mañana me vence, me
derrota ¡Sola¡ Ocuparé mis pensamientos en los mismo de todas las jornadas.
Pero hoy no puedo. Quiero soñar y soñar. Mi cabeza parece estallar, golpeo la
mesa con este cuchillo y me desahogo. Y
soñar y soñar en lo venidero. Lloro. Golpeo y golpeo hasta sangrar la palma de mi
mano. Sangre corriendo. Voy al baño, abro el grifo del lavamanos y la dejo ir. Con papel higiénico me envuelvo la mano y de nuevo a la cocina.
Me apresuro, la comida lleva su tiempo...
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