domingo, abril 09, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 14(NARRATIVA)

14
Flores y más flores ante mi entrada de este mercado cerca de mi casa. El ya duerme después del jaleo de todos los días. Discusión, tras discusión ¿Por qué habrá elegido ese trabajo? Ya sé de la situación difícil que estamos viviendo. Pero me paro ahora, no es mejor esperar. La necesidad no es tanta ¡Como me gusta el olor a gente en este mercado¡ Es temprano y todos los puestos abiertos. Hoy lo he encontrado enfurecido me ha dicho malagradecida como si yo lo obligará. El taxi es muy duro. Horas y horas vagando en la nada de una ciudad al encuentro de algún cliente entero pues es peligroso, no sabes a quien subes en tu auto. Compraré algo de verdura, algo de fruta y no sé si pescado o carne. Esa es la cuestión. Pasaré a ver qué pinta tienen. Aquí es todo fresco. Me gusta el color, el aroma del mercado. Me siento libre, no como esos grandes comercios que te agotan, parecen echarte. Ya estoy tranquila. Sí, margaritas. También llevaré unas margaritas para el comedor. Margaritas y margaritas, las verá cuando levante. Sí, cuando la noche retorne a nuestro hogar. Los hijos ya acostados dirán y papa y yo siempre contestará lo mismo trabajo y más trabajo cuando libre estará con ustedes todo el día. El no comprende que me paso el día en casa, que ya casi no me relaciono con nadie solo con el eco de la radio dando noticias y más noticias horribles, agrias a la sensibilidad. Yo también trabajo para que todo esté en su orden. Que si la limpieza, que si la comida, controlando la economía, abasteciendo los pilares de esta casa, que si coser algún botón. El no lo ve. A veces me contrarío y no me entra ganas de saludar a nadie, ni ahora que estoy en este mercado. Compro y me voy para preparar la comida antes de que lleguen los niños. Ñame, batata, papas, ajos, berros, judías, zanahoria, calabacines…no sé si me faltará algo para el potaje. Bueno me largo de aquí la furia de antes me ha dejado destartalada, confusa. Todo es silencio bajo este techo, el duerme, de aquí escucho sus ronquidos. Voy un momento a la habitación. Lo miro y ante mí el amor. Me remuerde las sienes, no debí enfadarme con él pero lo veo plácido, tranquilo, manso. Ya se le habrá pasado. La radio, la radio…pero que dice, ataques químicos. Me da miedo. La atmosfera frágil que nos envuelve herida. Muertes y más muertes. No. No. No estoy de humor para escuchar los descalabros de la humanidad ¿Humanidad? Acaso nos podemos llamar humanos o ser animal de origen aberrante. Espero que esto no termine mal. Muchos catastrofistas anuncian una tercera mundial. Ya no me extraña nada. Voy a por el potaje de berros pero antes zurzo un pantalón que me ha dejado Pano aquí. Ay este padre de mis hijos…es un desastre. Todos tendríamos que aprender a coser. Sí, nuestros odios, nuestras venganzas, nuestras heridas. Y coser y coser mientras viene a mí un soñar, un soñar con mis ojos en estas paredes de la cocina. Soñar y soñar de la espera hecha realidad en el surcar de nuestros deseos. Soñar y soñar lejos de aquí, del mundanal bullicio de una ciudad que con sus bocinazos y ruido me consume a un estado de aislamiento. Soñar y soñar de vergeles bienaventurados donde niños y mujeres crecen en la esperanza, en la paz. Soñar y soñar que el despierta y viene a mí, me besa las mejillas y me dice todo ha cambiado. Soñar y soñar que mis hijos crecerán en una sociedad sin el dolor de los acantilados rasgadores al daño. Soñar y soñar en un árbol plantado por nosotros y que después las generaciones venideras puedan recoger su fruto, no podrido sino exultante en la libertad que gira y gira en torno a las hogueras del bienestar. Soñar y soñar que nuestras sensaciones no sean violadas por las agrestes noticias del día a día. Ya he terminado. El viene. Hola, me dice como perdón por las yermas palabras de antes. Me besa en la mejilla y yo sueño que soy feliz. Coge su pantalón y se marcha. Otra vez a su labor, de parada en parada a la espera de alguien. Soñar y soñar el término de todo esto. Lo quiero aquí, conmigo, con mis hijos. Todo esto es muy duro y más duro para él. Ese odioso taxi. No queda remedio, no hay otro trabajo. Soñar y soñar en el solaz de una ruta  guiadora de nuestras manos juntas a todas horas, en todos los instantes. Pero no. Aquí estoy preparando la comida, el ya fugado de mi  vista, en la calle. Me arrimo a la ventana, lo observo. Su agotamiento impera, es borrasca que lo lleva a la decadencia, a la masacre de su razonar. No, no hay tiempo. Coge su taxi y otra vez sola ¡Sola¡ Soñar y soñar...Coloco el ramos de margaritas, las miro, acaricio cada pétalo blanco como fe del cambio y dejo de soñar y soñar…Si abandono este lapsus que me ha emancipado de lo real. Seguro empiezo a preparar la comida. Cortar y cortar. Yo sé lo que cortaría, esta rutina. No quiero apagarme, hay que ser vertical, veraz. Yo ama de casa me declaro sumisa al rigor de lo cotidiano. Yo mujer de sus labores me declaro esclava de esta atmósfera, de este techo. Yo mujer nacida para servir me declaro harta del ahora. Yo mujer tengo frío, una gélida mañana me vence, me derrota ¡Sola¡ Ocuparé mis pensamientos en los mismo de todas las jornadas. Pero hoy no puedo. Quiero soñar y soñar. Mi cabeza parece estallar, golpeo la mesa con este cuchillo y me desahogo.  Y soñar y soñar en lo venidero. Lloro. Golpeo y golpeo hasta sangrar la palma de mi mano. Sangre corriendo. Voy al baño, abro el grifo del lavamanos y la dejo ir.  Con papel higiénico  me envuelvo la mano y de nuevo a la cocina. Me apresuro, la comida lleva su tiempo...


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