Al alba, al alba
Luces invernales
Seduciendo las neblinas
De un ayer hambriento,
Jadeante en el deseo,
Derrotado en el ocaso.
Solo, virgen estallido
De mis sienes
Bajo el influjo de lo
novo.
Al alba, al alba
Trozos de hielo seco
Entorpeciendo mi razón.
Me yerto
Banderas negras
Sacudiendo mi estancia
Perecedera bajo esta
lámpara.
Situado frente a la
ventana del hotel medito el ronroneo divergente del pasado. Frente a la ventana
me estimulo, soy impulso de un nuevo día mecido entre lo pesado y la agilidad
de mis ojos en ser vertiente de un nuevo designio. Frente a mi ventana
contemplo los coches que pasan, de las pitas para llegar al trabajo. Una plaza
se extiende más allá de esta avenida. Estatuas de mármol blanco desfilan
inertes al son que los pajarillos buscan el despertar, el sosiego después del
estrés de la urbe. Estoy con un albornoz escribiendo, escribiendo frente a la
ventana. La luminosidad de la jornada me da cierto ánimo de desplegar mis
pisadas en su invisibilidad. La ciudad acoge al astro rey, arboledas brincan en
su verdor disipado días atrás. Estamos en una isla que todo puede ser. Su
climatología se fracciona según el momento, según el espacio y el paisaje
variado nos da una riqueza indiscutible. Respiro de ella, de ese sol, de esos árboles,
de esos automóviles, de esos pajarillos, de esa estatua engarrotada en el
tiempo. Siento satisfacción en estos minutos, ella está feliz, lo presiento. Ha
descargado todo ese fardo de púas, de agujas que cincelaban su rostro demacrado.
Estará con su amiga, qué más da. La vida es así. Tenemos que volar en la
dirección de los vientos fuertes que brotan en nuestra reconditez. Me ocuparé
ahora de mis cosas, independiente, en el círculo de nuevos amigos, amigas engendrándose
en mis brazos abiertos. Sí, me olvidé con ella de vivir más por ahora no quiero
pareja, no quiero de amores. Eso es lo que me has dejado Anne después de tantos
años. Sigo con mi libro.
Presente.
Aroma expandido
En las vías del callar.
Brisa eviterna.
Suculenta lucha
Entre los estados del
vacío
Bajo los ríos secos.
Infieles cometas
blancas
Al encuentro de la paz.
Todo es herrumbre
En el hueco deshecho
De la tibieza de sus
manos.
No me rindo, seguiré en
el flujo de las mañanas. Cada una diferente, prometedora supongo. Frente la
ventana me veo. Gracias y bienvenido sea este día. Hoy reposaré aquí en este
hotel. No iré al trabajo pondré cualquier escusa. La escusa de la degradación
de una persona ante la sorpresa nefasta. Pero me encuentro bien…no sé, me he
quitado algo de encima. Mejor frente a esta ventana donde el parloteo de la
ciudad me conmueve, me dice de avanzar, de madurar. No entiendo, madurar en el
dolor. Será así. Sí, crecemos en el aprieto, en la dejadez del bien. Me sonrojo
frente a esta ventana. Aquí, hablando solo en este hotel. Tocan a la puerta,
será la camarera. Se me olvidó poner no molestar. Aun así dejo la ventana y me
dirijo a la puerta. Me detengo, dudo y abro. Espere un momento que me vista, le
digo. Cierro la puerta, ella seguirá en otras habitaciones hasta que me haya
marchado. Muchacha joven. Recogeré un poco todo, no me gusta abusar. Miro la
habitación, todo bien. Pongo los poemas dentro de la maleta y la cierro.
Pantalones vaqueros, camisa, jersey y me voy por unas horas de mi mundo, de mis
pensamientos. Iré a la plaza que está frente mi ventana...
No hay comentarios:
Publicar un comentario