He despertado. Sí, como otras
jornadas bajo el influjo de una colina lejana mirando la ventana donde mis ojos
se posan en el desperezar. Los primeros rayos solares penetran y dan calor a mi
desnudez. Detrás de mí, sábanas revueltas, frías, con tu cuerpo carente de
tibiez para mi enderezar en los pasos del hoy. Hay algo ajeno a mí y ese eres
tú. El sol me da todo eso que necesito para poderme levantarme y andar,
mientras, tu, lejano en la frialdad de esa cama. Observo un cielo colosal,
anaranjado, anunciado una llovizna dentro de las horas del día de hoy. Tu maleta en un lado, ya te vas. Es mejor así
y ella…también se había ido. Se marchó sin mediar palabra tras una noche en la
que tú no estabas. Nuestras caricias terminaron en el fallo de una emoción del
ayer ahora ofuscada. Nuestras palabras no se entendían, ella allá, yo aquí. Una
confusión prolongó nuestro viaje hasta este final. Ni ella, ni tú. Ni tú, ni
ella. Ahora él también se va, tras el engaño. Ya se eleva, no me mira…su
maleta. Se viste y un portazo dice de la mentira, de lo hipocresía que existe
en nosotros. Me invade la duda, la pena pero no el dolor. Es mejor que se vaya,
que se aleje y comienzo un largo recorrido hasta el fin de su vida. Yo aquí,
nos mentíamos. No. No, una máscara no puede durar tanto tiempo. Se sufre,
desespera hasta llegar a lo que llegamos, lágrimas bajo ojos rajados por la
ira. Basta. Ya no más discusiones dijimos anoche. Basta, adiós. El no es mi
amor, el querer de la belleza en cada beso alado en sus mejillas, en su frente.
Solo estábamos cavando la fosa del hoy. Sí, ese hoy que teje las olas cuando
llegan a las rocas. Llueve. Se mojará…me importa a mi acaso. No, no hay perdón.
Nubes grises son estampida en un pequeño instante, el avanza. Avanza sin mirar
atrás, no hay perdón, no hay comprensión. Ahí va, delgado, absorto en la
verdad, envuelto en capas de tristezas tal vez o tal vez no. Solo, lejos, muy
lejos. Ya no lo veré más. Ni tan siquiera como un amigo. No sé que hace ahora,
se detiene. Coge una margarita de un jardín y se la coloca en la oreja. Se da
la vuelta. Llueve. Me mira y me guiña un ojo ¿Qué haces?, me pregunto. Sospecho
que lo sabía, que todo ha sido un error ese el de disfrazarme de deseo por él. Somos
ridículos…y mucho. Aquí estoy en la ventana, continua pero antes se despide con
su brazo alzado. Creo ver cierta sonrisa
de entendimiento. No entiendo este clima, ahora para de llover. El sol vuelve
de nuevo a ser visitante de esta mañana donde la humedad es pegajosa. Tengo
frío, mucho frío. Esta casa es gélida, el viento norte siempre azotando con su
látigo de granizadas. Me vestiré, pantalón vaquero y playeras. Saldré a no sé
dónde. Hoy necesito de los espíritus de la brisa norteña para que amputen el ayer,
ese ayer pesado, gordo tras mis espaldas. Mi amigo, mí querido amigo....CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario