Las cinco.
Son las cinco.
Carcomidas sentencias
Habitan en el ayer.
Aislado.
Estoy aislado.
Luces devorando.
Madrugada insomne
Lanzada al vacío.
Cotidianos revuelos
De farolas
Al encuentro del
desahuciado.
Marchito.
Me hallo marchito.
Roca rajándose
En mis sienes
Con el estallido
De las garras del
adiós.
Oh no,
Me abraza la duda,
Me abraza el cimbrar
De un viejo paseo
A través de angostas
sendas
Donde arboledas rajadas
Se desploman sobre mis
manos.
No, no puedo dormir. Me
siento angustiado, desvalido, desamparado de todo lo que se cocido en mi
reconditez. Hombre pobre de verdad, su verdad. Llueve. Otra vez la llovizna
deforma la serenidad que quiero alcanzar. La siento golpear los cristales de la
ventana de este miserable hotel. Desnudo, solo una toalla enrollada esperando
el secar de la ropa para irme cuando el alba me indique los pasos a seguir.
Mientras no queda otra. Escribir y escribir. Eso que he hecho toda la vida. Será
un poemario triste, sin nada de esperanza, cerrado para aquellos que quieren
saber. Ella no existe. Ya no …solo es una demacrada figura en el con la sombra
del pasado. No sé lo que me pasa. Siento que me llama, que me llama. No es el
eco de las gotas al caer ¿Me estaré volviendo loco ante esta situación? Olvido.
Sí, que olvido se apodere de mí y me lleve por la ruta incolora del fenecer. Me
miro al espejo. Veo un hombre caer, un hombre de ojos blancos como el deshielo
desplomarse ante la celeridad del recalentamiento ¡Ojos blancos¡ Ahora me sudan
las manos y mi vitalidad siente escalofrío ¡Aléjate de mi¡, grito al espejo. Mi
puño quiebra una imagen lamentable, mi puño sangra y sangra. Me encuentro
mejor. Me enrollo papel higiénico en mi mano. La sangre no cesa, sigue su
andadura pero no hay dolor. Ya no hay nada. Me siento en el sillón, continuo.
Ocaso precoz,
Heridas lamidas
Por el terror
Anclado en mis sienes.
Te busco, te busco…
Ya no estás.
Agujas oprimen mi
pecho.
Respiro.
Respiro el haz voraz
De su atmósfera.
Mariposas.
Mariposas blancas
Son visita.
La muerte, la muerte…
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