Pero…pero esto qué es. El sudor galopa en las entrañas de un
vientre que enflaquece a medida que los años se agotan. Anda como perdida,
ensimismada en una cumbre donde el silencio provoca las palabras del viento,
del viento. Se estremece a cada silbo de su invisible andar. Evoca con las
manos en alto el canto de las aves, de las rocas y pinares que allí habitan. Su
cuerpo mojado, el calor ante sus singladuras eternas avanza hasta su sien.
Gritar…¡Sí¡ gritar a la sonoridad de las almas coreando un viejo poema ido de
sus manos frágiles, lánguidas.
Venid.
Venid.
Agárrame fuerte
En los colgantes
precipicios
De nuestro renacer
Como hijas de corredurías,
Como hijas sofocadas
del llanto
De la madre tierra.
Termina con un regocijo en la reconditez donde no es abatida
por los colmillos sangrantes del circular por la existencia. En su levedad
observa el mar de nubes. Quiere zambullirse y ser aletear del fragor de su liviano paso por estos montes
engendrados en la verticalidad éxtasis. Se lanza sobre ellas, se envuelve en
una atmósfera desconocida, misteriosa. Ve el camino que le queda, el sacrificio
de muchas almas para el enderezar de la esperanza. ¡Viva la esperanza¡ grita.
Aquí viene de blanco, de negro, de alejados sufrimientos, de amputadas penas. Siente
un cosquilleo en sus carnes, un hormigueo de lloviznas verdes, azules amparando
el despertar de sus sentidos. El sudor
se ha ido lejos, muy lejos…vencido de ese jardín viviente donde la paz es
enaltecida, exultante de todo cuchillo.
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