sábado, diciembre 10, 2016

Sentada...

Sentada. Oscuros ojos de la noche dan a luz a mi mirada. Pero no ves. Permaneces ahí sentada frente a la ventana abierta. Tiemblas. Hojas de otoño resbalan por las calles en su mutismo. Te hablo y te hablo. No respondes. Sentada y tus sueños de papel en blanco. Ya no recuerdas yo, sin embargo, te puedo ir mencionando uno por uno. Porque te has ido. La memoria rayada comienza un viaje donde yo no puedo llegar, donde tú solo atisba alguna sombra del ayer.

  El reloj con su tic-tac no cesa. Quisiera detener este tiempo acechante y disolverlo en las mareas remotas del pasado. Me siento envejecer. Ya no soy la misma de antes. Mi memoria se entorpece y mi corazón se apaga con sutil aliento del viento ¡Deja de mirarme¡ Sí, callada. Estoy callada porque ya no puedo elaborar las palabras que tanto quisiera. Te quiero. Pero cierto apagón de mis sentidos me detiene en este instante, en todos los instantes venideros degradándome en el adiós. Ahí, ese reloj ¡Páralo ya¡ Que se detenga y me deje este momento en que aun puedo reconocerte.
No sé he ido a comprar el periódico por si querías leerlo. Son horas de levantar, también he traído un par de revistas de las que te gustan. Estás ahí, sentada como te deje ¿No sientes frío? Las temperaturas han descendido y es probable que copos de metal aterricen en esta jornada sobre los arboles que ves. No se oye nada, ni el canturreo de un mirlo, de un canario ante la calma enfermiza que existe en estos momentos. Espero que no te halles olvidado de mí. Hoy es 10 de diciembre ya queda poca para el 25, las navidades se nos echan encima mujer y tu ahí. Sí, mirando a través de la ventana, estática, ida ¡Reconóceme por favor¡ ¡Tiéndeme la mano¡ No oyes. Te apartas de esta vida poco a poco a un mundo desconocido por mí, extraño, abordado por las dudas crecientes en mi corazón, en mi razón.
¡Dolor¡ Siento dolor. Se me olvidan las cosas, hasta la más simple. No sabía que andabas aquí. Me creía sola. Sola y mi mente desnutrida, corroída por los balanceos de los años. ¡Herida¡ Quisiera fallecer. Sí, ser estampa de la muerte antes de hacerte daño. Me traes el periódico, revistas y para qué me pregunto, ya no puedo articular palabra, ya no puedo comprender cada letra que ahí se dibuja. No te das cuenta ¡Qué viejo estamos¡ Ya no más seré la que era. Aquí me quedaré hasta ser sepultura, hasta ser vencida por la tumba. No llores querido mío, no me mires. Cómo decirte…imposible, no puedo hablar. Ya no hay fuerzas para lanzar la más nimia palabra para que te des cuenta. Solo soy desmemoria, poco a poco me voy. Aun así quiero que disfrutes ¡vive¡ No, no recuerdo tu olor, se me va.

Aquí estoy. No te dejaré. Retorcido destino. Aun la belleza se refleja en tu rostro, en tus ojos fijos en un horizonte que yo puedo penetrar. Tu no solo olvidas, todos olvidamos que somos olvido. Me dejas que cierre la ventana…no quiero que te enfríes. Puedes seguir mirando por los cristales. Ahora leeré el periódico y estas revistas en voz alta. Quizás, tal vez  te vires y me mires. 



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