Te lo juro anoche estaba acostada con ella. Sí, un dulce
cuerpo acompañaba al mío en toda su lucidez. Hicimos el amor, apasionada
derrumbe de los cuerpos desnudos en sábanas blancas. Sus ojos interceptaban a
los míos en el campo de la emoción, de una sonrisa culminante al apego de
nuestro querer. No había nada extraño,
una atmósfera prodigiosa se adosaba a nosotros con el auge del frío. La calidez
de nuestros alientos y el jadeo eterno de aquel instante ronda aún mi memoria.
Cuando me había levantado ella ya no estaba, mi existencia despojada de toda
ropa, de toda máscara aun sudaba. Lentamente me duché, me bebí mi taza de café
y fui al cementerio. Mis hombros caídos ansiaban comprar un ramo de lirios, un
ramo de rosas, un ramo de azucenas, etc…Así lo hice, en vertical me erguí ante
su tumba. Una lágrima de la noche pasada me estremecía. Adiós amor, le dije.
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