lunes, noviembre 14, 2016

Ya te he encontrado...

Ya te he encontrado. Lo sabía. Sabía que estabas ahí, en una rama del corazón de un viejo árbol. Así puedes ver mejor lo que se estremece ante ti, lo que se mueve, lo estático de esta vida. Siempre lo mismo. Sueñas, te esperanzas, te recoges y agotas tus miedos en esas alturas. Yo no te puedo alcanzar, es imposible. Un torbellino de pájaros se congregan a tu alrededor y como el humo ascienden hasta un celeste cielo. Sí, te he encontrado. Te conozco querida mía. Esbozas un no sé qué aliento que me hace venir hasta aquí y hallarte. Eres diminuta así encogida, la lluvia acecha y te mojaras y temblaras. Pero te es igual. Seguirás ahí, en tu sueño, en tus esperanzas, invadida por el aroma de la madre naturaleza que tan bella es. Bella como tú ¿Aún no lo ves? ¿Estás durmiendo? Yo aquí, debajo, a la sombra de tu esbelto cuerpo. No me miras, no miras. Agachas la cabeza entre tus rodillas y te sientes lastimada. Comprendo. Entiendo el proceder de los años anclados en una misma rutina, en unos mismos ojos. Todo cambiará, emergerá una azotaina pacificadora, equilibrada y después de ello seremos seres del vacío, con nuevos horizontes a seguir, para continuar  en un nuevo mundo ausente de desastres desquiciados de la razón humana. Tú te quedas, esperas y esperas esa rebosante finalidad aliada a la paz, a la libertad. De acuerdo, sigo aquí bajo tu sombra. No. No te quedarás sola. Yo también quiero ver ese arco iris caminar por nuestros corazones.
Me hallo aquí. Sí, en este añejo árbol milenario donde su savia me alimenta en cada despertar. El, ahí debajo, a mi sombra. Colores infinitos se perciben desde este lugar tan lejano para otros, tan cercano para mí. Acurrucada en una rama robusta y fuerte soy frágil esencia que divisa este globo. Este globo putrefacto donde guerras, hambre y sed hostigan a sus pobladores. Debe de existir otro mundo mejor, un mundo más consciente con la deriva en que estamos embarcados. No. No entiendo el parloteo de los pájaros rondando mis espaldas, mis piernas. Picotean suavemente, un picotear que me hace desperezarme de todo mal que habita esta atmósfera asfixiante. No sé que hace ahí debajo, yo renuncio al vivir en estas condiciones cambiantes, con rumbo al exterminio de nuestros hermanos. Quiero la paz, la justicia, la solidaridad bienaventurada a través del tiempo. Yeguas de un paraíso sin fin llevadme donde la sangre de ojos no emane en rostros marmóreos. Correr y correr lejos, muy distantes donde la garra humano no os alcancé. Yo me quedaré en esta rama, eximida de cualquier trueno turbador de la tranquilidad, de la serenidad de mis sueños. Ya no estoy sola. El ahí debajo será mi guía, algún día me dirá cuando bajar. Arroyos de peces variopintos absorberemos las calamidades del hoy y todo será olvido, olvido…


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