Cerrada. Cerrada noche donde los grillos cantan a los pasos
guiados en la profundidad del cosmos. Estrellas, nebulosas, galaxias se
enaltecen cuando como ojos somos tentación de ser vigías en el movimiento
relativo de su lejanía. Subimos al roque más alto. El asombro conquista una
sonrisa de vida ¡Ay la madre tierra¡ Que pequeño somos. Sombras nada más,
sombras minúsculas en un espacio grandioso como es el universo ¿Estamos solos?
No. No quisiera pensarlo, el vacío de nuestros espíritus emerge en la energía
cuando nos vamos, idos más allá de la oquedad de un nicho, de un agujero.
Viajamos a través de las ondas
espaciales en un ritmo lento para que la luz regrese a nuestro yo. Y aquí el pleito, las guerras abusivas que
atascan las calles de sangre, de un tremendo horror visionado por la inocencia de
la impotencia. Llanto. Llanto que se alarga y detiene frente a una estrella
fugaz, un meteorito desintegrándose al rozar esta atmósfera agreste, repleta de
desahucios al propio ser humano. Sí, humanos nos llamamos. Terráqueos en alguna
parte de Andrómeda. Horizontes lejanos se avistan tras una lente, muy lejanos.
No sé…espero que esos otros mundos, esas otras historias no sean replica del
hambre, del desgarramiento, de las penurias no lejos de aquí. Seguimos abogando
en la vieja espera, espera acosada por el milagro de otros ¡Ay madre tierra¡
Ven a por mí, bésame, hacer el amor a ras de la ventura de las arboledas sostén
de la verticalidad de nuestra respiración. Cerrada. Cerrada noche…
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