Amanece, perennes deshechos de nubes arropando a una luna
ida. Se rajan las olas en el infinito de rocas de este aliento servidumbre de
la vida. Jamás llegaremos a la frontera…La nada es un ciclo marchitando,
deshojando nuestras manos sudorosas, ensangrentadas tras las alambradas cuyo
pulso es sombra del destierro. Memoria que viene del tiempo malgastado a ras de
los sueños, de la paz rota. Ojos que miran una rama quebrada, enraizada en un
pájaro gris y melancólico. Jamás llegaremos a la frontera…Vacíos manantiales de
sabiduría dudosa vienen, nos arropa en la condena del adiós. Solo las
estaciones dirán…
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