Todavía los pajarillo no ejercen
el círculo en vertical de sus cantos. Todavía nos expandimos en un sueño que
ampara rocas deformes a medida del ronroneo del oleaje. Todavía amamos, sí, nos
enriquecemos de esas manos unificadas y uniformes que nos da la bienvenida a
serenas tonadas del alma. Todavía estoy aquí, bajo la inmensidad del tic-tac de
un otoño que muele y muele el rigor de una mirada perdida en la nada. Todavía
me canso de la incertidumbre alada de gentes extrañas que ansían el color
plomizo en los despertares de unos ojos blancos ante las singladuras de la
vida. Todavía recuerdo, los fotogramas de antaño toman el relevo y antorchas
infunden mis pisadas vagas por cada rincón de este casa donde el retumbar de
mis pies es cansada cascada del monólogo monótono de las jornadas.
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