Ella creía en ese romance, un
romance que ante un espejo escondía el amor puro de lo eviterno. Espero a que el llegará, ya le daba igual.
Quería compartir un pedazo de su firmamento cuando contaba las estrellas con él.
Si, para toda la vida. Ahora amanecía, sus sábanas envueltas en sudor de un
verano mañanero la empujaban a eclosionar sus ojos y verlo. Sí, lo veía en cada
suspiro que impulsaba su pecho desnudo. Pero se hacía tarde, tenía que continuar su
vida.
-
¿Dónde estás? Preguntaba ella.
-
Bajo las ciénagas de una esperanza muerta,
torturada.
-
No. No te entiendo. Te espero.
-
No. No aguantes más. La eternidad está enhebrada
de aguijones que con su suculento néctar te convence, te marchita en ese
guardar de una pasión imperecedera.
-
No. No me digas eso. Estoy aquí, he despertado,
frente a mí ese espejo donde su imagen revuelve mi vientre. Me dice que esperé.
-
Vives un sueño. Un soñar con tus ojos abiertos a
la ignorancia. Ves peces en el aire, perros exuberantes en las entrañas de los
océanos. No. No es así. Nada es verdadero, durable. El se irá con el tiempo.
Tic-tac. Tic-tac. Su huída te entregará la desgracia en falsas creencias ¡ Sal
ya¡ Enamórate.
-
No ¡ No quiero escuchar¡
No, no quiere escuchar. Se mira al espejo, no sabe el por
qué de esas tajantes palabras. Una gota de tristeza se desliza en su pálido
rostro, en las arrugas que la van carcomiendo ante la espera. Soterrada ambula
desnuda por la casa. Todo tiene polvo. Será la dejadez, el agotamiento de
largos años ansiando su venida. Abre un cajón, coge un paño y comienza a
limpiar. Limpiar bajo ese techo lleno de malos augurios en su destino. Sola,
desértica, conforme. Limpia y limpia ahora bajo la lumbre del sol que ventila
cada una de las habitaciones. Se sienta frente al espejo, cansada. No habla, no
lo mira. Se sumerge en la duda de su rutina. Escucha un mirlo. Termina en la
atmosferas de una esperanza ida, de un sueño incompleto que la rompe. No
entiende. Se levanta, sale a pasear por esas aceras grises. No hay nadie. Ecos
de libertad suenan en su corazón. Ya no quiere aguardar solo, caminar y caminar
hasta donde el oleaje rompe, fragmenta los cuerpos en el infinito de sus
emociones.
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