Hace tiempo que se sumergió. Se hundió entre las olas
balanceadas por un viento feroz. Sí, hace tiempo. No me acuerdo cuanto. No sé
si años o meses y aún no ha aparecido. Supongo que seguirá esperando con sus
ojos capturados por el ensueño de un amor. El ha regresado, ha ido hasta el
acantilado más alto y se ha arrodillado bajo el árbol de la vida. Ha bebido de
su savia y no halla respuesta. Mira el
vacío que le separa de la marea espesa en blancor y no ve nada, no la
encuentra. Una cierta desaprobación de sus actos lo acosa ¡Cómo pude dejarla sola tanto tiempo¡ Aquí, ahora solo en el acantilado
del olvido. Los ancianos del lugar dicen que hace tiempo…Sí, hace tiempo que se
largó sobre las olas cuando cenizas nubes daban un aliento gris al océano ¡Qué
hacer¡ Yo he vuelto, esperaba encontrarla ahí en el mismo rincón de su casa de
puertas verdes, de buganvillas dando sombra a sus ojos lagrimosos cuando me fui.
No. No. No es culpa mía. Considero mi ida por el devenir de esas brisas en
barcas al hallazgo de otra oportunidad. No tenía nada que ofrecerle. Ahora
llego con mis bolsillos rebosados de anillos que me condenan, que me rajan.
Ella no está ¿Dime acantilado del olvido que ha sido de su ser? Aún la amo y
esa dejadez de su existencia me transforma el alma habitada por tenebrosas
brumas. De nuevo me iré. Aquí no tengo nada que hacer. Los ancianos me miran
extraños, tantos años han sido. No le tome nota. Pero sí, muchas estaciones en
que la soledad y la desesperación ahogaron su creer…su creer en mí. Solo queda
la nada, la nada que envuelve este sagrado acantilado del olvido. Aquí la
vieron por última vez. Dime amor, regresa sino yo iré a por ti. Juntos,
abrazados dormiremos bajo el oleaje que azota estas rocas deformadas. Gaviotas
cenizas sobrevuelan sobre mí y me llaman, me dicen que vaya contigo. Y cae sobre una mar donde la oscuridad es
eterna. Danza solo con ella en el balanceo agreste, usurero del oleaje. El
árbol de la vida mira el mundo de los ahogados, de aquellos que se hacen
invisibles ante la violencia implacable de la marea. En el pueblo se canta, se
canta por esa pasión más allá del temor.
Se han ido
Bajo las aguas oscuras
Del silencio
¡Ay el amor¡
La espera
Es eterna lucha
Que enloquece,
Que deshabita los cuerpos
En uno solo.
Se han ido,
Adiós enamorados
De la espera larga.
Nosotros aquí
Cantaremos al beso
De los espíritus flotantes
Bajo el árbol de la vida,
Sobre el acantilado del olvido.
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