martes, agosto 09, 2016

Querida Anne...

Querida Anne:
Me has respondido. No me lo esperaba. Tu letra vacilante y temblorosa describe las brumas que en ti se visionan. Triste, decaída e insegura. Pareces tambalearte sobre una cuerda fina que rompe cuando tus alas desusadas se desnudan ante las mortíferas lenguas que has de cruzar. Basta ya. Quiero elaborar en ti una sonrisa, una pizca de paz que te lleve, que te adentre en cada jornada con ganas de vivir. Me preguntas como estoy. Ya te lo he dicho, me hallo en la verticalidad de faros vigilante de mis sueños, de mis deseos. Ando por senderos donde la lumbre de astros conquista mi alma hasta los límites de gravitar en oleajes serenos. Calma repito…una calma que me aleja de todo mal que sin embargo en ti se vierte. Deberías pronunciarte al juego de evadirte. Ven a visitarme, te espero. Siempre te he esperado bajo las serenas fragancias de amapolas volando a ras de la tierra batida. Ya sabes donde vivo, en esa esquina de un barrio equilibrado donde los niños corren con sus perros amarillos tras el sol de la tarde.  Sé que no vendrás, que la negatividad de tu espíritu te usa de tal manera cancelando todas idas y venidas. Pero me alegra. Me alegra que me hayas respondido. Al menos se algo más de ti aunque sea en el llanto, en las penurias que roza tus dedos. Aquí estoy haciendo dibujos tras dibujos, obrando en el sentido de mi yo. Tal vez te envía alguno…no sé, como quieras. Hoy he escuchado el rumiar de la mar de fondo, todo turbio, en mi nadar cotidiano. He tenido que emerger entre el bochorno del ambiente y regresar bajo mi techo. Pero tú….pero tú no asomas tus ojos oscuros en la luz de singladuras por las calles. Te escondes, te escabulles aferrándote a un negro aire del ayer. Déjalo ya. No sirve lamentarse, tenemos que pisar firmes, sobrevolar más allá de la conciencia e inmiscuirnos en veleros del horizonte.
Abrazos, Luam
Luam se despide en destello de una luna veraniega. Se asoma a su balcón, la marea ha bajado. Siente ganas de zambullirse pero no se atreve, es muy tarde ya. Se queda pensativa con la mirada fija al firmamento. No sabe como socorrer a Anne. Anne, querida Anne, se dice para sí misma. Cada día más estropeada, más deteriorada, sumergida en la penumbra. Le duele. Todo duele. La ceguedad de esta la lleva a la calle. Se le apetece dar un paseo, refrescarse con la brisa marina. Cuerpo andante de la luna llena cuando las miradas duermen en sus inquietudes. Regresa y sobre su mesa esa carta que ha de enviar a su amiga. Ay su amiga duermevela de la impulsiva agresividad de los vientos que someten su rostro, sus ojos a un quejido. Coge una maleta, echa unas cuantas cosas y se va. Se va con ella antes…antes que las huracanadas agujas del destino la revienten, la tiren en fosas de espejos rotos. Sola, por la calle, con el murmullo de una brisa fresca avanza a la parada. Lleva la carta con ella. No quiere dejar algún rastro, su emoción se emancipa de la alegría. Amarga sigue mirando esa luna llena. La llama y la llama como antigua compañera de sus singladuras, de sus besos.














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