Querida Anne:
Me has respondido. No me lo esperaba. Tu letra vacilante y temblorosa
describe las brumas que en ti se visionan. Triste, decaída e insegura. Pareces
tambalearte sobre una cuerda fina que rompe cuando tus alas desusadas se
desnudan ante las mortíferas lenguas que has de cruzar. Basta ya. Quiero
elaborar en ti una sonrisa, una pizca de paz que te lleve, que te adentre en
cada jornada con ganas de vivir. Me preguntas como estoy. Ya te lo he dicho, me
hallo en la verticalidad de faros vigilante de mis sueños, de mis deseos. Ando
por senderos donde la lumbre de astros conquista mi alma hasta los límites de
gravitar en oleajes serenos. Calma repito…una calma que me aleja de todo mal
que sin embargo en ti se vierte. Deberías pronunciarte al juego de evadirte.
Ven a visitarme, te espero. Siempre te he esperado bajo las serenas fragancias
de amapolas volando a ras de la tierra batida. Ya sabes donde vivo, en esa
esquina de un barrio equilibrado donde los niños corren con sus perros
amarillos tras el sol de la tarde. Sé
que no vendrás, que la negatividad de tu espíritu te usa de tal manera
cancelando todas idas y venidas. Pero me alegra. Me alegra que me hayas
respondido. Al menos se algo más de ti aunque sea en el llanto, en las penurias
que roza tus dedos. Aquí estoy haciendo dibujos tras dibujos, obrando en el
sentido de mi yo. Tal vez te envía alguno…no sé, como quieras. Hoy he escuchado
el rumiar de la mar de fondo, todo turbio, en mi nadar cotidiano. He tenido que
emerger entre el bochorno del ambiente y regresar bajo mi techo. Pero tú….pero tú
no asomas tus ojos oscuros en la luz de singladuras por las calles. Te
escondes, te escabulles aferrándote a un negro aire del ayer. Déjalo ya. No
sirve lamentarse, tenemos que pisar firmes, sobrevolar más allá de la conciencia
e inmiscuirnos en veleros del horizonte.
Abrazos, Luam
Luam se
despide en destello de una luna veraniega. Se asoma a su balcón, la marea ha
bajado. Siente ganas de zambullirse pero no se atreve, es muy tarde ya. Se
queda pensativa con la mirada fija al firmamento. No sabe como socorrer a Anne.
Anne, querida Anne, se dice para sí misma. Cada día más estropeada, más
deteriorada, sumergida en la penumbra. Le duele. Todo duele. La ceguedad de
esta la lleva a la calle. Se le apetece dar un paseo, refrescarse con la brisa
marina. Cuerpo andante de la luna llena cuando las miradas duermen en sus
inquietudes. Regresa y sobre su mesa esa carta que ha de enviar a su amiga. Ay
su amiga duermevela de la impulsiva agresividad de los vientos que someten su
rostro, sus ojos a un quejido. Coge una maleta, echa unas cuantas cosas y se
va. Se va con ella antes…antes que las huracanadas agujas del destino la
revienten, la tiren en fosas de espejos rotos. Sola, por la calle, con el
murmullo de una brisa fresca avanza a la parada. Lleva la carta con ella. No
quiere dejar algún rastro, su emoción se emancipa de la alegría. Amarga sigue
mirando esa luna llena. La llama y la llama como antigua compañera de sus
singladuras, de sus besos.
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