Incesante. El martilleo imparable
del tiempo bajo las cenizas evocadas por la mediocridad humana. Estamos bajo los efectos de la inconsciencia
propagándose a través de espejos rajados de tanto y tanto mirarnos.
Te escribo por qué me apetece, me da la real gana de hacerte llegar el
temblor de las arboledas bajo la humareda de nuestras pisadas. Es terrible
¿Cómo sofocar tanta malignidad? Me rompo, me escuecen las manos a medida que
mis palabras eclosionan esta carta. Jornada plomiza bajo los efectos de un
viento que daña, que desarticula cualquier maniobra para sofocar las llamaradas
de la muerte. Ya sé…ya sé que estamos en una estación veraniega. Pero qué más
da, siempre hay una garra ensangrentada y venenosa que irrumpe en el sosiego de
estos días. Ahora permanezco aquí sentada, frente a las noticias que se van
derivando en esta estropeada esfera. El me vigila. Sí, él, mi amor. Pasa detrás
de mí observando lo que escribo, lo que por mi mente pasa e implanto aquí. No
me pregunta nada, supongo esta sensible mujer disparando a lo que la hiere. Me
levanto. Me doy la vuelta, te dejo. El me mira. Una lágrima cae por sus
mejillas morenas.
XX: Pero que haces mujer con esa carta. Ella ya lo sabe, lo
sabe todo el mundo.
YY: Ya. Pero intento compartir con su esencia cada gota de
pena que me estremece.
XX: Bueno…bueno, está bien. Pero no te entregues tanto a
esas cartas. Te olvidas. Sí, te olvidas de mí y te envuelves en un sudario de
lástima.
YY: A alguien he de expresar mis sentimientos. Tu..¡Tú no
escuchas¡ Te aísla bajo los efectos del alcohol. Como lo detesto. Ese olor que
insuflas cuando me hablas. Cállate, por favor. Mis manos se extienden sobre
esta carta, esta tersa hoja que será enviada con toda mi pasión. Tu no entiendes.
Estás sordo. Sigue con tu bebida, vas bien, un camino de hogueras que harán
exaltarte en disparates.
XX: Déjalo, sigue con tu carta. Me voy.
Aquí estoy de nuevo.
Se ha ido. No soporto su aroma. Me desgarra a igual que las cumbres nevadas
de siluetas de fuego. Espero que esto
termine pronto. Ahora te dejo. Me asomo, el calor es agobiante, anunciador de la
desgracia. Pero todo tiene que terminar…sí irse lejos, muy lejos donde el
infierno latente no nos aceche. Adiós querida, soy ausente, soy vertical monte
que se queja y queja, soy ave asustada en los paisajes calcinados que antaño
eran bellos, muy bellos ¡Ay la belleza¡ Armas arremeten a la madre tierra, armas mortíferas para su
continuar, para su auge en lo perfecto.
Se despide yy
Incesante. XX regresa aun más embriagado. Acapara así sus
gemidos, yy lo detesta. YY se va hacia la ventana, una corriente erecta de humo
impregna este aire que respiramos. Se
desvanece, XX la mira, es huida de todo horror, de todo llanto.
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