Hogueras esparcidas al compás de una luna.
Tu cuerpo presente
Bajo las campanadas de las almas
Desvariadas por el sudor
De estelas que fallecen
Cuando el rigor del beso
Se vuelve austero.
Desvaído canto
Emancipándose de los silencios
De los pasos, ausentes, enhebran
Hilos grises de nuestros anhelos.
Refugios esqueléticos
Llamando a nubes inanimadas
Por el desdén de un arco iris
Que aprieta nuestra verticalidad.
Adiós querida,
Agujeros se tienden a ras
De mis ojos opacos,
A ras de tus manos tatuadas
Del desecho de un ayer
De tempestades.
No, no…
No hay llantos
Solo la calma,
El eclipsar de cometas en el aire
Abrazando nuestras singladuras distantes,
Rebozo de una memoria perdida.
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