Tiemblas, réquiem de olas arrojándote a la nada. El sudor se
esparce entre diminutas alas que desean el grito entre rocas. Estás dolorida,
decaída, lánguida. Cuerpo que se mece a través de las escenas de una muerte de
ojos. Henchida te tiras bajo el sonámbulo corazón desesperante de la búsqueda de
su verticalidad. No puedes, arremetes contra espejos rotos donde tu rostro deja
caer besos carcomidos por la nada. Es duro, ya lo sé. Sobrevivir ante las
inclemencias de las manos que te arrastran, que te atrapan en la senda
destrozada de tanto amar. Ya no quieres nada, obsoleta te quedas en un rincón,
aislada, frotada por ortigas que te recuerdan, que te hacen memoria de tus
huellas. Todo es trivial, absurdo. Las ganas no enganchan a ti. Sí, a ti…fallecida
cometa de atmósferas enrarecidas ¡Levanta mujer¡ Alza la algidez de un vuelo
que te lleve, que te entregue el don de la sonrisa ¡Sonríe¡ Marmóreo tapiz envolviéndote
en minúsculos pasos a la deriva. Ya sé que todo ha acabado, que se ha ido.
Ahora, libre, insufla al aroma de lirios danzando a ras de ti. No te dejes ir.
Todo tiempo es corto, se va con el último suspiro. Ven…ven con el canto de los
pajarillos que al alba posan sobre tus hombros. Tú no eres el fallo solo, el
puñetazo virulento de él. Qué tu alma se eleve, que salte, que baile y entonen
la melodía de la vida. Adiós querida. Aquí estoy esperando…esperando el espacio
corto de nuestros andares en la suculenta emoción de la alegría.
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