No sé. Me da igual las imperfecciones de las corrientes que
te llevan, que te traen hasta mis ojos. El mecer revuelve tus manos anclándose
en el sentido de mis besos. Estás ahí. Sí, tan cerca y distante a la vez que el
amortajar de pétalos se vuelve oscuro. Sigo tus pasos, un violonchelo se
aglutina como viento que hemos de respirar. No hay tristezas, la memoria se
retuerce entre pantanales lejanos. Una sonrisa hace girar mi camino y otra vez
nos encontramos, otra vez somos unísona agua desembocante en barrancos
fértiles. Me detengo, te detienes y ahí estamos como cuerpos gravitando al son
de las hogueras del querer.
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