Atada bajo la enigmática sonrisa
de un muro. Su cuerpo se reduce al vaivén de una brisa que la seduce con su
aroma. Ella, recogida, medita sobre los montes tras aquel muro. Saltar o no
saltar. Quedarse ahí con la respiración entrecortada de la oscuridad. Dar un
brinco y como yegua salvaje alejarse de los sombríos pasillos de su mirada. Le
cuesta, la torpeza le impide cualquier movimiento que sea aliento de libres
manos, libres besos. Se levanta, observa el muro. Qué fácil sería, se dice, ir
a la conquista de nuevos sabores que ronronean en su corazón. Sí, su corazón,
ala desplumada al son de los años envejecidos frente aquel muro. Tiene que intentarlo,
arriesgarse a asomar un pellizco de su esencia ante aquel monumental boscaje
que hay tras él. Salta y salta…ya está en el otro lado, un campo de arbustos la
invitan a continuar. Camina y camina con
prisa, con el frescor de que algo nuevo vendrá. Un cierto temor la hace sudar,
sudores de arco iris que ella palpa, que ella acaricia. Se introduce en el
boscaje, un bosque sereno con la claridad de los rayos solares acogidos por el
murmullo de las aves. Sus pisadas son suaves, llenas de gozo. Antes todo gris,
ahora, todo es belleza. Recuerda imagen del ayer no muy lejano. Se lleva sus
manos a los ojos y se siente culpable. Sí, culpable de dejarla evaporar en los
cimientos del miedo. Rodeada de una hermosura perfecta se sienta bajo un enorme
árbol. Se duerme y en sus sueños un adiós con pinceladas de acuarelas anuncia
la venida de ojos que la miman, que la alegran. No quiere despertar, solo,
aislarse en esas sensaciones de la perfección. Una hoja cae sobre su rostro y
sus ojos eclosionan como hijos de aquella atmósfera. Retorna al muro, al gris
de las calles donde las miradas se eclipsan con cualquier paso. No sabe lo que
busca pero lo halla. No lo entiende, alas de mariposa que posan sobre los
pensamientos edificantes de su naturaleza. Ya todo nube de la noche, una noche
que viene con el halito de un deseo. El muro ya no lo ve, el monte a
ennegrecido y ella ….¡ay ella¡…con peso maravilloso de su destino.
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