Paseabas por las
esquinas grises de las calles. En cada de una de ellas te detenías por si los
ojos de aquel día que no recuerdas se paraban a tus pasos. Rostros anónimos en condición de rutinas
monótonas a través de la mirada. No lo hallabas. Había desaparecido en los
cimientos de un espejo del ayer. Pero tú insistías, deseabas que el vuelo de
sus ojos se cruzara en alguna de las esquinas. En tu memoria eran ojos tristes, de un gris marmóreo que
difundía las penalidades de este globo. Es abril, la primera luce hoy su traje
broncíneo. El equilibrio se muestra en un sol que te acompaña, te da cierto
ánimo. Sus ojos, sus ojos no son visibles bajo las esquinas. Te derrumbas. Pero
algo dice que lo hallarás en el transitar del tiempo. Ráfagas frías de este
mundo enciende las penurias de los huyen, de los que buscan…Alambradas y gases
putrefactos hielan la mirada del sueño.
Encerrados en un plano infinito de la oportunidad ausente. Pero sigues,
quieres hallar sus ojos, sus ojos grises ajenos de la libertad. Cada esquina se
transforma en alas de mariposas, débil, rota. Alas de mariposas de cenizas al
encuentro de un viento que las lleve lejos, muy lejos, donde la agonía y lo
grotesco no sea la cotidianidad.
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