viernes, abril 29, 2016

El paseo...

Había salido. Caminaba y caminaba a ras de unas grises aceras. A su lado, no sé quién. Ella intentaba adivinar quien a su paso, a sus huellas la acompañaba. No recordaba, solo, el rompiente silencio de antaño. La miraba y miraba. Su movimiento, su palabra la llevaba atrás. El día se presentaba claro, con la luminosidad de un sol que daba pie a seguir. A seguir por esas aceras en su paseo diario.
Xx:
No te conozco. No sé quién eres pero cierta fragancia me hace ir al lado tuyo. No sé por qué. En ti hallo algo, algo que penetra en mi vientre y me hace temblar. Yo estoy aquí, por estas calles  refrescando de lo que anuncia este nuevo día. Tú, no sé lo que haces. Estás acompañándome. Solo sentir tu voz viajo a un mundo del ayer. Es como si te conociera de algo. Pero imposible.
Yy:
Yo tampoco. Ando buscándola. Sí, lo que escuchas. Ando tras las pisadas, tras el aroma de ella. Tú eres paralelo pétalo que se aproxima. Que me insta a que eres tú. Sí, eres tú. No sé la repuesta. Pero tu voz, tus palabras…

Siguieron andado juntas hasta que las aceras terminaron. Siguieron hablando con el rigor de las alas unísonas que se aventuran en sus cuerpos. Ahí, la avenida que da  a la playa. Olas calmas  sucedían una tras otras. Bajaron a la orilla. Siguieron caminando y caminando mientras sus alientos se mezclaban con el paso de las horas. No retrocedieron, sus rostros con ojos verticales se cruzaban. Y se hizo el callar. Dejaron de conversar y conversar sobre ellas. Continuaron juntas con el brío de un pasado donde se reflejaban. De mano se sentaron sobre la húmeda arena. Allí se quedaron hasta que el anochecer les dijera es hora de regresar. Y juntas regresaron, cima de gaviotas que las seguían.

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