Arrollada bajo el vergel sonoro de un corazón que no tiene
alas. Alas para el encuentro a medida de las estaciones del amor. Desorientada
regresa a un manto de lágrimas donde el resonar perpetuo de su ayer elabora un
registro monótono. Ay, si ella pudiera hablar. Conversar con un arco de flores
bajo luciérnagas de una noche primaveral. Un momentáneo temor se entrega a sus
pasos, a su cavilar por desiertos donde la nada absorbe el aroma de sus ojos.
Decaída se mira las manos, vacías, inconclusas en la ruta del arco iris. Se
pregunta por su destino, incierto, edificado en la verticalidad de su peso. Suspira.
Retrocede y un mar en calma la acoge en su andar apagado, raído por una lluvia
envejecida. Ay, si ella pudiera decir…te quiero….que fácil sería. La duda la
azota con metrallas de plata. Todo duele. Sí, duele el vagar en silencio…
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