Un sol que no
encuentro nada. Ráfagas de viento que acaba en un rincón donde la hojarasca
crece y crece bajo tela de arañas. Rumiamos la senda de manos alzados al ritmo
que la paz se congrega en plazas vacías. La calidez de losas tendidas en el
camposanto de aquellos que antaño marcaron sus vidas con la danza de la
libertad. Y sin más la noche. Andamos entre nubes desabridas, cenizas al
encuentro de un mar abierto a todos los corazones. Solo el auténtico sabor del oleaje
mientras avanzamos, mientras nos despedidos fuera de las amarras que rotan y
rotan en nuestras muñecas.
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