Una acera gris. Un sol que sutil comienza a desperezarse.
Ventanas que miran el despertar de una bóveda aun callada. En vertical se
asoma. Recoge la brisa inagotable de las primeras horas. Su aliento se mezcla
bajo el rito de sus párpados cerrados. Qué será…qué será de esta jornada que
enciende las flores, se pregunta. Yo aquí, pausada, lenta, rememorando cada
instante de mí recorrido por los pedregales sedosos del amor. El amor que se
va, que viene, que arrastra por los innumerables quebrantos y placeres. Tengo
que hacer caminar este cuerpo mío, retozar bajo las cascadas que la vida te
ofrece. Este paisaje que contemplo se vuelve hoy sonoro, con el mestizaje de
colores que auxilian el elevarse por los horizontes donde el eco de gaviotas
menciona la bienvenida. Sí, bienvenida sea el corretear de una mañana que enjugará
sus dedos de solares en el andar y andar por una acera gris. Ay, el amor. Por
el soy pétalo retorcido que se atraganta en mis entrañas. Iré a por él. Irá a
por el por esas aceras grises que le dan la mano. Tal vez, esté ahí. Esperando,
esperando….el surcar de sus vientres bajo las aguas de la plenitud.
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