Miradas desfilando en el auge de la fuerza que deriva edificantes del aliento de los
volcanes. Miradas que tras el frío no se esconde tras muros quebrados por el
sollozo de alguna alma que converge bajo los efectos de las ojeras. Miradas,
latidos de sonrisas que ennoblecen los
barrancos que ascendemos sembrados de
flores hasta no frontera ilimitada a las voces de la humanidad. Miradas tardías
cuando la vespertina fragancia sacude con sus astros prematuros. Miradas…miradas…miradas
que insuflan el alimento de nuestros corazones, de nuestros pasos a través del
tiempo.
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