Aquí estoy, frente a una alambrada de sangre y horror. El
frío aprieta, el hambre es apestosa. No soy libre. Quisiera volar donde los
colores de un amanecer bonancible me dé el don de vivir. Sí, vivir. Aire que me
consume, aire que me asfixia. Esta atmósfera enrarecida, habitada de desastres,
contemplando la risa rota de una criatura que parece desfallecer. Hambre y frío
son mecenas de mis pasos. Pasos sin huella ante el negro de las miradas. Mi
huída, nuestra huída de un habitáculo
colmado de destrucción. Ahora, aquí. Sí, aquí aunándonos en hogueras de frío y
hambre. Ante mi una alambrada de dolor y rechazo. Somos humanos. Sí, hombres y mujeres que
desean el descanso. Me siento agotado. Miro atrás y la tragedia me persigue, me
acosa. Qué hacer. No hay lunas ni soles en nuestro surcar cotidiano de las penurias. Todo pesa. Sí, pesa. Mis
fuerzas parecen apagarse, la desgana me da lumbre con un cierto reflejo de
maldad. Alas que se pierden, alas que se
desintegra en el infinito de la herida, del llanto. Mis manos…ay mis manos,
sonámbulas lágrimas tras la esperanza quebrada, rota…
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