Andando, andando iban de la mano. Unas manos ciegas al
tacto, rajadas por el sonido de la vida que se iba deteriorando. Andando,
andando llegaron a un rincón donde una cascada lucia una vestimenta blanca
agresiva, muy blanca. Ahí se detuvieron, se miraron y de sus labios emanaron
palabras a la brisa vespertina que los acogía.
XX: Estoy cansada. Sí, muy cansada. La pesadez de la
monotonía de los días se afinca en mi espalda y parece que no avanzo. Ahora
estás junto a mí, frente esta cascada, con el rigor de tu mano poseyendo la
mía. No siento nada. Tu calor se evade por grutas ocultas donde el amanecer no
tiene cabida, donde el amor se disuelve a expensas de un agua que corre y corre
a la nada. Qué hacemos. Esta es nuestra última parada. Ya no más. Debemos
distanciarnos, recorre caminos distintos a nuestros sentidos.
YY: Sí, agotada. Pero quizás…No te entiendo. A lo mejor con
el tiempo las aguas se vuelvan mansas. Lluvia de cristales retozan sobre
nuestros vientres. Lluvia de una ilusión que se desangra con el meneo de los
días. Qué hacer…Qué hacer para que volvamos a ser golondrinas de nuestros soles
cuando el amanecer nos acecha ¿Alejarnos? Por qué no. Ahí hay una cascada que
corre y corre con una fuerza brutal. Por qué no penetramos en ella. Tal vez esté la repuesta de si
continuar o abrirnos por rutas diferentes.
Cascada: Venid, venid…Abrazarme bajo el influjo de mis
aguas. Yo eximiré de vuestra rota sensaciones.
Ya la bruma os bloquea. Hay que volar. Sí volar a mundos distintos por
algún tiempo. El descanso. Sí, el descanso os dará aliento para jornadas
venideras. Ahora, vacío.
Andando, andando atraviesan la cascada. Esa cascada fuente
de lucidez. Tras de ella un espacio distinto, un ambiente donde se enhebra los
caídos en el amor. Mojadas se sienta una frente a la otra con el calor húmedo
de una gruta oscura, muy oscuro. Se escucha un quejido, un quejido que viene de
sus entrañas. Son los enamorados, los amantes que en el dolor de la dejadez se
encuentran ahí, en la gruta. Intentan mirarse, la luminosidad de los ojos huye
y huye. Todo perdido. Algo se aproxima. Ellas ni se inmutan. Son los espíritus
de amores perdidos, de amores llevados a la decadencia. Cada uno absorbe cada
una de ellas. Se disuelven, se separan, se fragmentan hasta caer en las esferas
de otros caminos, distintos.
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