Y nacemos, nos edificamos sobre yeguas blancas con la rutina
del amanecer. La lucha se hace apacible cuando en el albor de los sueños somos
resonar de los tambores del corazón. Continuamos arrimándonos a viejas
secuencias donde el trotar y trotar de la vida nos da ese halito de
verticalidad. Ah, respirar. Insomnes son los gritos a las vivencias coloreadas
de azul, de rojo, de amarillo, de verde…Trepar por pedregales con el sabor del
sudor, de lágrimas que en su dolor terminan con un haz de felicidad. Por qué no
sonreír, ecos sonoros encadenados al equilibrio, a la armonía, a la sensatez
que nos disuelve en sus claras aguas. Sí, nacemos con el discurrir de un
pensamiento que va más allá de nosotros. Lejos, muy lejos…regando la llamada del
arco iris en las superficies que nos liamos.
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