Son irreales o reales. No sé. Aparecen, desaparecen en la
nada. Estoy aquí, sentada en un viejo sillón observando la luna. Siento que en
mis espaldas algo se mueve. Intento mirar pero no puedo…me acusa cierto terror.
No sé cómo explicarlo. Se supone que bajo este techo de luces agonizantes no
hay nadie. Pero alguien se acerca y se posa detrás de mí. ¿Quién será? ¿Quién será?...me
pregunto. El miedo me impide movilizarme. Sigo a la luna con su brillo natural,
la sombra de las arboledas de negra bajo la oscuridad y la luz que ella
emite. No me toca, solo, el aliento. Un
aliento fresco y gozoso en bondad, en ternura. Y no sé por qué temer, este
pánico que me estar estático sobre hielos que se funden. Y no sé por qué no
virarme…me confundo. Seré yo o habrá alguien. No siento pasos ni ruidos. Todo
está calmo detrás de este sillón. Tengo que luchar con mi yo. Ser fuerte y
levantarme. Pero hay algo que lo impide…como cadenas en mi cuerpo aturdido,
tembloroso. Se aproxima. El olor es más poderoso, tanto…que mis manos quieren
sentir, tocar eso que me estremece. Qué será…qué será. Me levanto. Me giro y no hay nada. Solo ese
aroma, ese aroma que me emancipa por momentos del miedo. Será locura, algún
trastorno olfativo. No…no puede ser…lo siento. Siento ese olor. No sé donde
guiar mis pasos. Está en toda esta habitación. La luna sigue ahí y yo aquí.
Siento que penetra en mi ser y me vitaliza. Algún recuerdo vago del ayer viene
a mí. De un ayer cuando era feliz, cuando no estaba sumiso a estas
paredes. Me invita a que salga. Sí, que
siga a la luna y me siente bajo algún árbol de mi jardín. Pero como…hace años
que no respiro el aire de afuera. Cierro los ojos y dejo que se olor me lleve a
donde quiera. Aquí estoy , en la intemperie bajo la luna, bajo un árbol que
ondea una sonrisa. Hace frío pero frente
a mi hay un lago donde ella se refleja. Me desnudo y penetro en sus aguas. El olor se va, se va…soy otra. Mujer de deseos
abiertos tras el largo letargo.
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