…Y los gallos repican a medida que amanece. Su canto anuncia el
levantamiento de las almas. El día que viene parece mezclarse entre nubes y un
azul que los estimula. Los monjes en fila van hacía la capilla a celebrar sus
oraciones mientras en el establo todos se elevan ante el crecimiento de una
nueva jornada.
-Vamos Juan- dijo el caballero
-¿Vamos? A dónde Albert.
- De caza. Tenemos que cazar.
-¿Cómo? Si yo nunca...
-No importa. Vendrás conmigo y yo te guiaré en dicho proceso. Así en
futuras jornadas protegerás mejor a tu familia cuando el ritmo de la vida esta cabizbajo.
Cojamos las lanzas y la ballesta ya verás que sencillo resultará.
-Sangre y sangre. Nunca en mi vida he hecho daño a cualquier ser vivo.
No, no puedo. Vete solo.
-No. Irás conmigo, hay que sobrevivir. Somos de naturaleza depredadora,
ellos nos sirven de alimento. Ya sé que la sangre produce dolor, la violencia
pero es una necesidad. Vivir o no vivir esa es la pregunta. Piensa en tus
hijos, en tu mujer.
-De acuerdo…de acuerdo te observaré.
Se marchan del monasterio, colina abajo hasta llegar a las entrañas del
bosque. Oh, este bosque, piensa Juan. Cuantas angustias he pasado en este
extenso encuentro. Mi memoria hace un largo recorrido por todas mis penas, mis
dolores, mis sufrimientos. Pero nunca he matado algún ser vivo. Ver mis manos
sanguinolentas, que horror. Por qué se empecinará este caballero en llevarme
con él. Sé que tras mis espaldas está mi familia y he de protegerla para que
sigan el curso de la vida. Pero qué vida…no he comprobado nada bueno solo
terroríficas posturas del humano. Qué desastre. Yo que deseaba edificar la
felicidad de los que estaban a mí alrededor. Ahora mis manos se llenaran de las
entrañas de esos seres que daño no me han hecho. Que prisa tiene este hombre.
Cazar y cazar cualquier cosa para nuestros estómagos rebosen de felicidad. Pero
como hacerlo. No puedo. No puedo. Me da una lanza y me dice que la lance a
cualquier cosa en movimiento. Que no puedo errar. Y lo intento…y lo intento
pero no alcanzo a darle. Soy un desastre. El sin embargo a la primera, un
jabalí yace moribundo en este espacio que nos rodea. Eso será nuestra comida de
hoy, pienso. Lo remata. Me llama. Pide mi ayuda para llevarlo al monasterio.
Gotas que caen, peso que he de soportar, sangre de este animal recorriendo mis
manos. Sangre y más sangre. A pesar de lo tortuoso que ha sido mi recorrido por
la vida me entran nauseas, me da vértigo ver esta criatura de la naturaleza
capturada y muerta. Sí, muerta. ..
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