Sigues sus pasos. No sé por qué ese aliento fétido te hace
alumbrar alguna ilusión. Quédate aquí. Tras los espejos donde el arco iris se
refleja. Te empeñas en ir con él. No sé que tiene. Solo es semejanza de hoces
ante tu presencia, solo es herida cuando cruzas a su acera y te ve. Sí te ve y
te observa como animal enjaulado en sus garras.
Déjalo ya…Es tiempo de ser vertiente de otros aires, de otros aromas más
afables, más benevolentes. Su caverna es mecida por la mordaza de tus movimientos,
es agarrada por la palabra que deseas decir. Libre, libre…no hay perdón.
Deberías entenderlo después de tantas estaciones. Y si te vas, te propongo, olvidar cada
disculpa retorcida de voz hipócrita. Si, su voz…te convence en su persuasión.
No, amiga. Volverá, te atará y cada respirar de tus sentidos será rajado por su
mano. Vuela….vuela a los paraísos donde la inquietud de pájaros de colores no
te rozará para el exterminio de tu conciencia. No puedes seguir así. Sí, en esa
cueva donde la oscuridad vela tu mirada
a la deriva, donde el frío columpia tu cuerpo ajado, donde tus manos…Ay
tus manos. ¿Dónde están? Carcomidas por la llamada de las cenizas que el deja
tras de ti. Mira el más allá, ese horizonte donde las ruedas de la vida giran y
giran en torno a las hogueras de soles venideros. Da la bienvenida a un
crepúsculo de libertad, de hábitos enderezados a tu ser, a tus pasos. Un nuevo
nacimiento donde tú serás tú.
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