capítuloxxx
…Rastros, una hoguera que rota en sus desperdicios ¿De quién será? Se
dice Pablo. Qué será de José habrá hallado ya a María y juntos pacerán bajo su
techo. Qué desgraciado soy. Yo que lo amamante con leche loba, que curé sus
heridas. Ay hijo mío quiero ver las estrellas ya estoy harto de los tabiques de
brumas y arboledas de este lugar. Vamos, vamos a un descampado, nos
arriesgaremos. Contaremos una a una y
seremos deseo de su brillo. Quizás ellas nos guíen hacia ella. Hacía otro mundo
donde tú crecerás mejor. Y fueron a un lugar descampado, la niebla inexistente
estimulaba a Pablo que seguía con su niño. Para él divertido. Se sentó en una
roca y contempló toda esa ramificación del universo. Oyó un crujido. Pero no
hizo caso. Después pasos que se aproximaban. Ahí estaba, la vieja de la cabaña.
Se saludaron con un fuerte abrazo. Ella adivinaba lo que le ocurría mientras
jugaba con el pequeño. Sano y fuerte, decía. Pero el embebido en sus
pensamientos y en el firmamento no atendía a las palabras de esta. Sano y
fuerte, vamos conmigo pequeño. Se lo llevó para que su padre descansara en ese
ensimismamiento. La noche avanzaba, una noche sin luna donde estrellas fugaces
parecían que iban a impactar con su mirada distraída. Se sentía bien, en ese
acogedor lugar. La noche avanzaba, una noche sin luna donde las nebulosas
lejanas eran espirales de humo que iba absorberlo y desaparecer. Sí,
desaparecer. Era lo que más deseaba, se había dado cuenta que el niño se lo
había la vieja de la cabaña y el nutrido
por sus aventuras del ayer daba la sensación de retorcerse en sí mismo.
Escuchaba el grito de los lobos. Ojala vinieran a por él. Pero como, eran sus
pasos, sus amigos. Oh, la noche, la noche….la noche cerrada, temblorosa a
medida que pasaba el tiempo. ..
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