Esperas…Qué esperas. El amoldamiento de los sentidos que en
horizonte son nubes de fuegos a través de espejos cerradas. Las olas retornan.
Tienes que avanzar contracorriente, alzar tus alas doradas y tenderte al vacío
de lo que llegará. No están. No hay
nadie y un círculo de hiel te consume a medida que las jornadas son manchas de
la noche. Entornas hacía arriba un
canto, un canto casi mudo. Tu respiración. Espirar e inspirar. Tu compañera a
medida que la batalla de tus plumas recorren el desconcierto. Si, esperar
cuando las quebradas cometas blancas linden a expensas de un viejo muro. Te da
sombra. Te cobijas y sin saberlo tu huida duele. Sí, duele. Esperar a que la
claridad de tu corazón aviste las rosas de invierno. Mira te llaman las almas
de las aves libre. Roca que se rompe, caes, te levantas. Esperas bajo la inclemencia
de las horas. Ay esas horas. Arrugado espíritu que vuelve más lejana, muy
lejana.
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