La, la, la. Brinca con el esplendor de los soles de
septiembre que se emancipan cuando el brío de tu alma se acuesta con el ocaso.
Aquí estás andando de aquí para allá, de allá para acá en la búsqueda
pertinente de esas alas que te revuelquen en lagunas doradas por la amplitud de
tus deseos. La, la,la…rumoreas una vieja canción siempre presente en tu memoria
y con ella avanzas hasta lo bello guardado en lo hondo de tu rostro. Te evades del vaivén de la vida, en estos
instantes eternos no quieres saber nada. Solo el recorrer con tus zancadas cada
hoguera donde la paz unifica los seres. A ellos ves. En ellos te acurrucas y el
calor desprendido emociona tu corazón. Te vuelves a levantar, retornas en esa danza
larga…la, la, la…y sigues canturreando
esa canción. Sin más te encuentras cara a cara con un espejo nacido de esas doradas lagunas y te miras. Te ves
más joven, con el radiante salto a la esperanza que hila cada pedazo de
firmamento en astros de tus sueños. Se
siente purificada, agua que estelar que la induce a ser singladuras de sí
misma. La, la,la…canta alto y fuerte con la visibilidad de un mundo mejor, con
el deseo en amplitud que la desnudez de unos ojos que miran y miran la danza de
la armonía.
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