Montañas y
montañas, acaso es que no las avista. Ahí delante de ti en peregrinación al
ocaso de la jornada. Mira al frente. Ante ti se muestra la maravilla de la
naturaleza, así, salvaje, misteriosa, hechizante, bella. Corramos hasta ella.
Sí…si puedes. No te ciegues ahora y escalemos hasta su cima. Da igual el
oscurecer es noche de luna azul. Una luna que nos dará de beber a cada paso
firme que marquemos. Vamos ya…deprisa que la brisa también nos ayudará. Dame la
mano, iremos unísono en la ascensión por este camino de cenizas y picón. No
temas. No está muy lejos esa cumbre que debemos alcanzar. Allí hallaremos esa
vela que se columpiará con nuestra danza. Sí, la danza de las manos libres al
son de los cernícalos que alzarán su vuelo para llevarnos lejos, muy
lejos. Llegaremos a la isla plateada que
abre y cierra sus puertas según el corazón alado de sus sensaciones. Por ello,
te pido, se feliz. Sí feliz como ese
arco de colorines que nos muestra el apagar de la lluvia. Vamos, ánimo, dame la
mano, te digo. Ya es la noche y la luna muestra su traje más espectacular.
Escúchala…escucha lo que nos dice. Su susurro con el viento lento y tenue me
llena de gozo, me hace cierto cosquilleo. Acaso, no lo sientes. Me miras. Así,
ensimismado, sin saber que decir. No digas nada y subamos.
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