jueves, agosto 06, 2015

Montañas...

Montañas y montañas, acaso es que no las avista. Ahí delante de ti en peregrinación al ocaso de la jornada. Mira al frente. Ante ti se muestra la maravilla de la naturaleza, así, salvaje, misteriosa, hechizante, bella. Corramos hasta ella. Sí…si puedes. No te ciegues ahora y escalemos hasta su cima. Da igual el oscurecer es noche de luna azul. Una luna que nos dará de beber a cada paso firme que marquemos. Vamos ya…deprisa que la brisa también nos ayudará. Dame la mano, iremos unísono en la ascensión por este camino de cenizas y picón. No temas. No está muy lejos esa cumbre que debemos alcanzar. Allí hallaremos esa vela que se columpiará con nuestra danza. Sí, la danza de las manos libres al son de los cernícalos que alzarán su vuelo para llevarnos lejos, muy lejos.  Llegaremos a la isla plateada que abre y cierra sus puertas según el corazón alado de sus sensaciones. Por ello, te pido, se feliz.  Sí feliz como ese arco de colorines que nos muestra el apagar de la lluvia. Vamos, ánimo, dame la mano, te digo. Ya es la noche y la luna muestra su traje más espectacular. Escúchala…escucha lo que nos dice. Su susurro con el viento lento y tenue me llena de gozo, me hace cierto cosquilleo. Acaso, no lo sientes. Me miras. Así, ensimismado, sin saber que decir. No digas nada y subamos. 

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