Y francamente regreso con un
fardo de cansancio en mis espaldas. No sé lo que ha ocurrido pero la monotonía
de la jornada me lleva por una senda hasta ese bajo techo que parece
desprenderse para olvidar. Sola, me gusta así. Así ante el dolor de estos meses
pasados. Muchas tumbas cayendo de mis ojeras, de mis lágrimas. Todo tan seguido…no
comprendo…uno tras otro, otro tras uno. Con ese ritmo que no te deja respirar
para sentir su último aliento. Se han ido. Sola estoy, aquí, bajo este viejo
balcón adquiriendo el frescor del reino natural. No, ya no. No necesito a
nadie. Para que…todos se van. Lentos, rápidos, con la herida sangrante que no
termina de sanar. Me quedaré aquí meciendo mis pensamientos. Mirando el
atardecer en su callar.
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