Venturas sobre el mar de nubes.
Avistas un roque donde descansarás tu cuerpo cuando el ocaso te aviste. Desde
ahí sombras en la noche. Sombras que se transformaran en almas andantes tras un
ayer de vida. Los recuerdas. Los ves. Están contigo, anunciando el continuar de
tus pasos. Intentas abrazarlos. No se dejan ¿Por qué te preguntas? Los añoras y
se te escapan de tus manos. Manos que mecen la luna, los astros cuando pides un
deseo. Sigues en ese roque alto, fornido, seguro. Espíritus sobrevuelan a tu
alrededor. Te emocionas. Pero no puedes. No puedes…abrazarlos. Se han ido y
quedas sola. Miras el horizonte con tus ojos estáticos. Te echas a volar, a
navegar sobre esas nubes al encuentro de tu yo, de tu persona. Edificas fuentes
de pétalos que se expanden por tus anhelos. Desciendes y llegas a una cueva en
medio del salvaje boscaje de pinares. Entras y en lo largo de sus túnelos
garabateas algo. No sé qué. Una señal, una señal que te lleva a un mundo
desconocido y mágico. De repente una fogata prende alrededor de ti y te
preguntas que será, que será…Caes en el aliento de las ánimas que vienen a
visitarte ante el poder del deseo. Ánimas desconocidas, muertos
alimentados por las paredes de esa cueva
que tú garabateas. Te miran, te observan, te examinan, desnudan tu cuerpo
lentamente y te sientes elevarte bajo las cascadas freáticas de la paz, de la
felicidad. Lo has conseguido. Sí…la calidez fresca de sus abrazos. Te revuelves
entre ellos. Sí ellos. Ellos dirán el camino a tomar. Esa senda donde tus
sueños sean realidad. Inmersa en su energía de luz te vas. Sales de esa cueva y
tomas el sentido del viento. Un viento sur que te llevará lejos, muy lejos
donde la alegría es participe en todas las manos vivas…vivas.
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