Embriagada del sudor fresco de las olas. Cuerpos de herrumbres son erupción en las mareas del silencio. Rostros vacíos evacuan el aullido de soledades. La caída de la tarde se avecina, en calma, con el rito de los astros adorando la serenidad de las miradas. Caravanas del éxodo impregnan nuestras manos grises, desgarradas con el sonido de corazones abocados a desiertos.
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