Yy:
Que haces aquí . En este paseo cercano al océano cuando aún
los astros son velas del universo.
XX:
Lo mismo me pregunto. Que hago aquí, me dices. Viene a
contemplar la huida de las estrellas que conquista los corazones mientras
nuestra madre la mar rumorea su despertar azulado. Permíteme ¿Me puedo sentar
con usted?
YY:
Si, por supuesto. Siéntate. Aún es temprano. El horizonte
oscuro se desvanece y avanza el astro rey . Creo proclama lluvias que vendrán
de manera improvisada ¿Quieres tomar algo?
Xx:
Un café, por favor. Aun ando medio espabilándome. Pero no quería
perderme la sensaciones de la madre naturaleza. Contemplar como las pardelas
plateadas vuelan y vuelan y se posan en la playa.
Un café pide a
medida que enciende un cigarrillo que contrasta con la noche que se evapora. Se
miran y después se fijan en la belleza perfecta del horizonte. Pardelas
plateadas pasa ante ellos ¡Es un mensaje¡ Es un mensaje que viene de las
profundidades del océano. Avisa de esos espíritus presentes: náufragos, emigrantes,
ahogados que navegan en silencio en lo hondo de su entraña. Se miran, se
recogen en sí mismos. Observan la gaviota plateada que sobrevuela sus pupilas,
sus almas.
YY:
Somos hijos de las mareas. Hijos del logro rompiente de las
olas en las rocas. Así hemos nacido en el violento golpe del océano. Su espuma
sube y sube hasta llegar a esa cima del brotar de nuevas oportunidades, nuevas
ilusiones, nuevos sueños.
XX:
Por ello he venido. He venido para ver esta masa ondulante
mecer nuestros sueños. He venido para saborear el salitre y las caracolas que
ahondan en una tonada emergente en paz y serenidad. He venido para acompañarte
en esta soledad de los días.
Y ha venido. Sí, ha llegado para ser ala del aliento unísono
de ese desconocido. Son extraños pero en la cima del oleaje cuando el sol
broncíneo caricia sus ojos son uno. Espejo que se miran. Espejo que se desdobla
y unifica en ir y venir de las jornadas.
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