Vienes aquí. Ahora, a estas horas
cuando todo es desorden. El viento se arrima se arrima a las ventanas abiertas.
Tic-tac, un reloj que no para y sigue su ritmo de la vida. Una vida que se
acaba en el suceder de los años, de los meses. No ves el desorden. Me
sorprendes. No esperaba tu visita a estas horas tan tempranas. El sol no lo he
visto hoy, un mar de nubes invade el firmamento. No he tenido tiempo de
recoger, pero sé que ti no te importa. Que vienes a contarme tu sueño. Siempre
el mismo. Dices que vagas por barrizales donde una atmósfera feroz e
imperdonable ataba tus piernas. Querías avanzar y no podías. De repente una
yegua blanca se aproxima a ti y te invita a subirte. Pero no quieres. Quieres
avanzar solo ante la dureza del camino.
Voy a cerrar las ventanas, el viento azota más violento. Las mar grazna.
A mí no me molesta. A ti sí. Y decías que querías luchar tu solo. Tu cuerpo se
dividía entre la fatiga y ese espíritu voluntarioso empujándote a continuar. Mira
como la marea se violenta, como sube y sube. Hoy no nos podremos bañar. Y tu
sueño no acaba seguías y seguías ante el agreste panorama. No sabes si lo
lograste. No sabes si tu vida surgió de aquel lodazal victorioso. Solo que
estás aquí, conmigo. No sé qué decir. Tal vez deberías ir a un psicoanalista
que te ayude a descifrar su significado. Te veo valiente, emergente en el
mañana. Ahora todo es oscuro, un largo túnel que has de superar. Gracias por tu visita. Ya ves. El viento no se
calma aun así vamos a la playa, ahí donde las olas rompen con las rocas. Nos
subiremos a la más alta y la espuma nos refrescará. Vamos amiga, avancemos.
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